jueves, 27 de diciembre de 2012

ENTRAR




Desde que  nací soy supersticioso. Me creo todo lo que se publica de todos, todas las predicciones del fin del mundo y el tarót son clave en mi día a día   Soy puntilloso hasta la enfermedad con las situaciones cotidianas que dan mala o buena suerte. En el iPhone las apps de predicciones se mezclan con las de The Sartorialist.

Os voy a contar mi particular forma de ver el fin del mundo, acaecido la semana pasada,  durante la madrugada del jueves al viernes. Antes de acostarme pensé que no quería morir. No quería irme a otro plano astral si no había conocido aun el amor reciproco, no había encontrado mi sitio en el que quedarme para no irme más y, también, empezaba a adelgazar,  no quería morir si poder ponerme mis pantalones de la 40. Con semejante berenjena me dormí, pero antes me fui a mi cajita de los deseos para tomarme un miolastan( hecho del que no hay que enorgullecerse pero me induce a un sueño reparador). A las 3 de la mañana me desperté con un sobresalto al ver luces naranjas intermitentes entrar a mi habitación. Intenté gritar para  llamar a mis padres (soy del grupo treinta y pocos que aun viven con sus padres) pero la voz no me salía. Había llegado el fin del mundo y, por mucho que no quiera, el fin de mi existencia. En esos instantes me acorde de todo lo que me falta por vivir. No podía ser así mi final,  en una cama de 160Cm mas solo que la una. La cordura se instauro al percibir que las luces estaban fijas y no eran acompañadas de ningún estruendo, ese hecho me hizo levantarme y asomarme a la ventana para ver el camión de la basura. Esa noche habían quedado para tomarse un refrigerio toda la flota de Urbaser en el pub Mejoss( este ecléctico local es la versión bar de Wisconsin con camareras del este que hay en una pedanía de 3000 habitantes dispersa)

El viernes por todo el día estuve mirando al cielo y  revisando todas las noticias mundiales. Las 17:00 h fue el tope, me di cuenta que el mundo no se acababa y me la habían metido otra vez.

Sábado por la noche fui invitado a una cena con un grupo heterogéneo y muy divertido. Al llegar a mi armario para elegir cuan seria mi look decidí apostar por el vintage, ya que yo adelgazaba, lentamente pero adelgazaba. La elección fue una camisa blanca, un cárdigan granate (el nuevo negro según Vogue) una pajarita, un blazer de lana y, la estrella, unos jean estrechos de 2006 firmados por sixtie. Estos Jeans fueron espectaculares cuando me los compre y hace 4 años que están colgados espectacularmente en mi armario Pre-cáritas. Cuando acabe de vestirme solo podía expresar una frase  acompañada de lágrimas: ¡¡¡Me entran!!! Me están ceñiditos pero me entran al fin al cabo. Entonces mi mente supersticiosa empezó a elucubrar que algo bueno me ocurriría. Ese hecho no podía pasar desapercibido en el universo, algo tan bueno como que te entren unos pantalones de la 42 daría paso a cosas muy buenas, tanto como ligar y cosas del estilo.

Al llegar al restaurante, vestido como un pincel, me di cuenta que me miraban demasiado, si digo demasiado es mucho más de lo normal. Cuando entramos al reservado donde teníamos mesa vi  que teníamos al lado a un grupo de garrulos del pueblo donde pernocto. Eran 20 y se pasaron toda la cena diciendo: “EEEEEEEEEEHHHHH”, fumando y gastando unas bromas sobre como ligarse a tias que  pensé que nunca más las oiría. La pajarita cayó al suelo, bueno me la quite yo,  e intente pasar lo mas desapercibido posible. Bebí tres copas de un vino, muy bueno pero de presentación nefasta, que no consiguió que me desinhibiera, me produjo un sueño mortal.

La noche acabo pronto. Ocurrieron cosas bonitas, no ligue con nadie, me reí mucho y la vergüenza ajena  de ver 20 garrulos sin sus mujeres hacer bromas de pésimo gusto aderezó mi noche de los vaqueros ceñidos
 Aunque me entraban los pantalones (aun se me saltan las lagrimas al pronunciarlo) me sentí otra vez que mi superstición me la metía doblada.





6 comentarios:

  1. Ejem.

    Treinta y muchos querido...

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  2. A mi me gustas con los pantalones..y sin ellos...

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  3. Muchas cosas se agolpan en mi celebro tras la lectura del post: primero, no me gustan los supersticiosos y no caeré en la chorrada clásica del "dan mala suerte". Pretender que una pata de conejo vaya a cambiar tu vida es darle demasiada importancia a una extremidad cunícula. Segundo, cuidadín con los miolastanes y parecidos, te veo pronto en la clínica de desintoxicación "Betty Ford". ¿De verdad duermes en una cama de 160 cm? O llevas alzas o se te salen los pieses por debajo... Tampoco me cuadra que coincidas tú en el mismo restaurante que un grupo de garrulos de "La Ciudad de las Redondas". Algo falla ahí: o tu o los garrulos os habéis equivocado de sitio. Finalmente desengáñate, ni el universo se va a fijar en ti para amargarte la existencia, ni para que pases una noche orgiástica, eso lo consigues tu solito, haciendo el capullo o con una buena dosis de confianza en ti mismo. FELIZ NAVIDAD.

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    1. Cuestionar como cuestionas cada frase del autor me resulta castrante para su creatividad.Tu comentario parece cargado de una gran dosis de "realidad" pero lo que nos escribe Antonio es el día a día de las espirales mentales de todos y cada uno de nosotros.Es valiente y generoso al exponer sus neuras, que son las nuestras tambien, para deleite y consuelo de todos.
      Un saludo de anónimo a anónimo.

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  4. Esta claro que tu y yo compartimos algo mas que el buen gusto. Soy tremendamente supersticiosa, te pondré un ejemplo "nunca me corto las uña cuando ya anochecido" y cosas por el estilo. Pero nunca lo reconoceré delante de nadie. Bueno feliz Navidad Juanito.

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  5. Tambien creo en supersticiones.Me he dado cuenta al dejar esta tarde tu dulce compañía, en una nube de embrujo y divisar al final de la calle una enorme y preciosa luna llena.He pensado "Hoy, lo que me acaba de ocurrir es cosa de esta embaucadora luna y no podía ocurrir mañana...ni ayer, hoy".C'est magnifique!!Y dime...¿Quién es él?

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