lunes, 13 de enero de 2014

YO, UNA Y OTRA VEZ.

Hace tiempo que me interesa la religión Budista. No porque quiera convertirme, sino por el tema de la reencarnación. Me fascina pensar que podemos ser cualquier cosa en esta tierra; que podemos ir creciendo con cada vida que pasa. Y si no aprendes nada, pues vuelta a empezar. Es muy interesante.
Intento hacer una retrospectiva de mi yo antes de nacer.
Me cuesta imaginarme siendo un animal, dado mi discernimiento y mi pereza galopante. Verme como un antílope sabanero resulta rarísimo: seguro que me comen nada más nacer e intuyo que se repetiría como unas 50 veces (no se me da nada bien correr). Cuando pienso en la vida de este grácil animal, alcanzo un grado de angustia y estrés típico de un psicótico sin Lorazepam. Todo el día corriendo de acá para allá y bebiendo agua con los ojos de par en par porque las leonas están esperando que bajes la guardia para abalanzarse sobre ti (un gesto muy hijoputesco por su parte; podrían tener un poco de consideración). Creo que si alguna vez he sido antílope sabanero, he tenido que ser de esos que se plantan en medio del pastizal y gritan: ¡comedme ya de una vez, cansinos!
Otro animal que me viene a la cabeza es el gusano de seda, no sé por qué. Quizá sea porque pasarse el día zampando hojas y engordar es un reflejo de mi situación actual: como mucho verde (con mogollón de salsas) y engordo. Sería una vida muy aburrida, pero algo aprendería. 
Creo que hay animales en los que no me he reencarnado. La cucaracha es uno de ellos. Me dan tanto asco que si alguna vez abro los ojos y veo tengo ese par de antenas a ambos lados de la cara, me voy corriendo delante del Cucal a suicidarme. No soporto a ese bichejo, consigue que Paco Clavel sea Steven Seagal a mi lado. Asqueroso.
Pero no todas van a ser animales. He consultado varias páginas de Internet donde hacen referencia a tus vidas pasadas. Recuerdo unas que me sorprendieron mucho: un campesino medieval con familia numerosa. ¿Será por eso que cada vez que voy a un restaurante observo si hay carricoches para decidir si entro o no? Otra de mis vidas fue la de una princesa egipcia. No sé qué clase de mujer sería, pero si tengo en cuenta el tipo de vida que llevo ahora, Santa Margarita María de Alacoque no era.
En esta vida estoy aprendiendo que la felicidad no depende de lo material; algo que creo que a mi yo egipcia no le dio la gana de aprender. El silencio es un bien a proteger; mi pobre yo campesino medieval no pudo experimentarlo. Aun queriendolo, correr no es lo mío; ya me harté siendo antílope. 

De los gusanos de la seda conservo el digerir todo lo que me entra por la boca y sacar partido de mi redonda figura; es el único gusano que cuando sale de la crisálida convertido en mariposa, la susodicha es más gorda  que  la hambruna oruga y va digna. De las cucarachas….Puaj. 

Veo que he aprendido mucho, ¿será esta mi última vida? ¿Estaré a un paso del Nirvana?


Creo que no. Hasta que no aprenda el lenguaje de signos no podré alcanzarlo.