jueves, 13 de marzo de 2014

¿Todo por amor?

¿Qué ocurre en nuestra cabeza para que cambiemos de vida, costumbres o estilo de un día para otro? ¿Qué mecanismo se activa? ¿Por qué? ¿Cuál de las dos vidas es la que se siente dentro, la primera o la segunda? ¿Por qué es tan diferente la una de la otra?

Todas estas preguntas y demás filosofías me asaltan desde hace una semana, cuando ocurrió un hecho de importancia cósmica. Para relataros dicho acontecimiento, os tengo que contar el antes del suceso, que ya de por sí es una historia.

Allá por 2010 regentaba una tienda de productos de segunda mano que estaba ubicada en una calle muy segunda mano. Al poco de abrir la tienda, una mujer cubana de unos 45 años se mudó a dicha calle. Era guapa, de cuerpo ajado y rotundo, un poco amorfa. Vestía como una mujer que está llena de amor, de ese amor por el que se factura por horas. Bueno, vestía de lo que era, una mujer amorosa.

Verla ir a trabajar —por decir algo— era muy exótico, ya que actuaba como si viviera en La Habana, y eso era de agradecer después de estar todo el día quitando polvo y demás inmundicias en aquella tienda. Cada día llevaba una peluca diferente. Un día el pelo largo y negro como Morticia Adams, otro día una peluca tipo Dolly Parton para aparecer después de un tiempo con una peluca a lo Veronica Lake. Las pelucas eran de calidad Made in PRC. Un espectáculo. 

A la hora de vestir era pura sensualidad y garruleo típico de aquí. Sus corpiños ocho-tallas-menos con microfaldas a las diez y veinticinco de la mañana te espabilaban más que un café bien cargado. Los vestidos ínfimos y los vaqueros ultrapitillo eran su fondo de armario. Vestir esa ropa con el tronco ancho y las piernas finas como agujas de reloj es digno de un Nobel.

Me propuse saber más de ella; tenía que conocerla.

Tardó poco en entrar y menos en que yo le sacara información. También os digo que yo no quería saber detalles, pero que me contara su día a día era muy divertido. Actuaba inteligentemente, ya que sociabilizaba con toda la calle, compraba en todos los comercios de la zona y era muy simpática, a veces demasiado. Creo que fue una forma de hacerse respetar, ya que es muy de aquí la frase: será muy puta, pero a mí me compra. Lo dicho, inteligente.

Hace un año que dejé dicha tienda y hace un año que no he visto a la cubana Love for moments.

La semana pasada estaba con mi amiga Delfina en el súper de Juan Roig, haciendo cola. Como no puedo estarme quieto ni un segundo, después de ordenar toda la compra en la cinta de la caja, me pongo a mirar hacia atrás para ver qué tipo de gente hay comprando a esa hora. Veo que se acercan dos árabes, hombre y mujer, y un viejo ñusa. Al viejo ñusa lo conocía, siempre iba con la cubana a todas las tiendas donde entraba; ella elegía y él pagaba. Es de sobra conocida la afición que tienen ciertas damas a tener un chulo y un abuelo a quien desplumar.

¿Qué haría ese pobre hombre con esa pareja de árabes?

El árabe vestía muy occidental, pero ella iba tapada de pies a cabeza. Ese detalle hizo que la observara más: llevaba una túnica de tejido muy grueso que le arrastraba por el suelo, pocos elementos decorativos y tenía el vientre muy flácido, ya que se le movía mucho al andar. Sorprendía mucho que no se le viera ni un centímetro de piel. Y cuando dirijo la mirada a su cara… ¡OSTRAS! ¡Es la cubana!

Habéis leído bien, la cubana de alegre vida, corpiños imposibles y plataformas que la elevaban al Olimpo Second Hand.

Tuvimos una conversación corta pero intensa que os voy a detallar estilo guión teatro.

Yo: ¿Gladis? ¿Eres tú?

Gladis: ¡Niñooo! ¡Cuánto tiempo sin verte! Bueno, ahora es que no salgo de mi casa.

Yo: No te he conocido…

Gladis: Es que he cambiado un poco, jaja… (Al tercer «ja», el árabe la mira y se corta la conversación.)

Puede haber muchas interpretaciones de este encuentro. De hecho, yo tengo una, pero la realidad es que su vida ha girado ciento ochenta grados: de ser una mujer desinhibida, sin miedo al ridículo y enfajada hasta la extenuación, a ir tapada hasta los pies mostrando solo la cara lavada.

¿Ha cambiado por amor? ¿Por amor dejas de ser lo que fuiste 50 años atrás? ¿El amor provoca tantos estragos? Puede que no sea amor y solo sea miedo a estar sola. Ya lo decía Cecilia Roth caracterizada de Manuela en la genial "Todo sobre mi madre": las mujeres hacen cualquier cosa para no sentirse solas. 

Yo creo que todos hacemos cualquier cosa para no sentirnos solos. Yo últimamente escribo.











3 comentarios:

  1. Con la vista relajada conseguimos el efecto gratuito de un buen colocón de heroína, sin sus devastadores efectos secundarios, que nos ofrece esa distorsión de la realidad necesaria para poder soportarla en momentos donde la lucidez de visión es más ácida que la imperfección. Así me he sentido hoy con tu relato, sublimado hasta la extenuación sin ganas de volver al brillo que atrae a las polillas y acaba por socarrarlas. Qué pena no haber podido avisar a la Cubana que no siempre hay que acercarse a la luz, como en Poltergeist, para meter un poco de luz en su vida. Puedes acabar abrasado en esa otra realidad borrosa de mirada relajada. Este ha sido, sin menospreciar en absoluto los anteriores, tu mejor post hasta la fecha.... Por favor, nunca te pongas burca ni cambies por amor, como la cubana.... ningún amor merece el sacrificio de una micra de tu pluma virtual

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  2. Todos somos un poco Gracielas ( y putas dicho sea de paso) y quién más y quién menos, llevamos un burka en algún rincón por ese nosotros. Yo renuncié a un armario, unos cuantos cajones y a un baño, y a unas cuantas cosas más no confesables, en pro de una vida mucho más placentera, sin menos sobresaltos y con tardes de domingo de películas de tiros y golosinas.Como todo en la vida, la clave es saber si eso te hace feliz, pero piensa que hasta Chuck Norris te diría que morir un poquito, es mucho menos doloroso que morir solo.

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  3. Precioso relato y reflexión alternativa.
    Gladis: Niña ¿Lo conseguiste?
    Yo: ¡Qué va!, ¿No me ves? (Ambas con el cigarrillo en la mano)
    Gladis: Ya creo que moriré fumando ( Con una expresión de derrota en su cara y su tono de voz)

    Al leer la historia que cuentas y mis recuerdos de más de seis años de encuentros de estos con Gladis, mi primer pensamiento fué cómo sobreviviría ahora con el tabaco en su nueva vida. Hoy he pensado que quizás le ha ganado el amor por ella misma y que puede haber elegido el método más contundente para librarse de su adicción.
    darle un sentido romántico a su abstinencia es de lo más inteligente, propio de una superviviente.
    Mi querida Gladis, te deseo lo mejor.

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