lunes, 30 de junio de 2014

Un alma como la mia.


Que te cambie la vida en menos de dos meses hace que muchas de las cosas que eran prioritarias pasen, por necesidad, a un segundo plano. Escribir, por ejemplo, lo he dejado en un segundo plano; aunque es una de las cosas que me sigue haciendo muy feliz. Junto con pasar la visa, ambos son momentos irrepetibles.

En esta nueva etapa, que comenzó hace un par de meses, mi vida ha girado 180 grados. Cada dos días voy a Pilates; sí, Pilates. Pero ya relataré mi iniciación en esta disciplina en otra de mis entradas. También estoy recibiendo clases de piano. Siempre quise ser ese tipo de persona que toca el piano para calmar los nervios, justamente lo contrario de lo que me ocurre ahora. Me pone tremendamente histérico no saber qué escala estoy tocando, y tener cero coordinación aumenta aún más mi irritabilidad.

En resumen, que estoy cumpliendo sueños cada día que me levanto. Lo único que me falta es salir del estado de apatía que tengo a la hora de entablar contacto en el terreno amoroso. Es pensar en salir a ligar y la pereza, el hastío y la mala suerte que tengo hacen que me deje inundar por el missing. Es la forma más rápida y segura de descolgarme de cualquier plan sin que me pidan explicaciones.

Hace unas semanas, un domingo por la tarde, mi querido amigo E me dijo que o bien me quitaba yo esa desgana que tenía o me la quitaba él a golpetazos y a alguna que otra guantada. Yo le expuse que estaba muy cansado de empezar a conocer gente nueva, que últimamente nada me cuajaba porque o yo no gustaba o no me gustaba lo que veía. Yo estoy receptivo, pero lo que atraigo no es de mi agrado y viceversa. No sé si os pasará a vosotros, pero yo llevo 37 años así y la verdad es que estoy un poco cansado.

Tanta insistencia por su parte consiguió que volviera al mundo virtual, donde todas las pseudorrelaciones son más sencillas, ya que con un solo clic lo tienes todo solucionado, tanto los chateos como los bloqueos.

Al principio, como en todo, la novedad triunfa. Me llovían los mensajes, pero los perfiles que ofrecían no me gustaban. No soy un chico refinado ni un remilgado, pero hay ciertas cosas por las que no paso. Los primeros mensajes eran para encuentros furtivos, rápidos y anónimos; y eso es lo que más pereza me da. Luego están los nombres. Hay algunos que si los nombrara aquí, os dejarían tan helados como a mí. Por poner un ejemplo, nick 1: tiramepeosenlacara. Este me preguntó si lo quería conocer, y mi respuesta fue que si mi foto en la piscina le había transmitido algún problema de aerofagia. Fantasías hay muchas, pero no me veía yo de flatulento en una de ellas.

Pues entre tantos mensajes de personas proponiendo infinidad de cosas, hubo «uno». Dicho mensaje empezó en tono chulesco, pero con mucha gracia. Debo tener mi lado femenino muy desarrollado, porque yo necesito hablar mucho antes de hacer cualquier cosa, incluso quedar a tomar algo. Lo que me gustó de este perfil es que se tomaba su tiempo; chateamos mucho, me picaba, creía que me hacía rabiar, y yo también se lo hacía creer.

Me mandó una foto de su cara y volvió la desilusión. No me gustaba nada, la magia del texto se evaporaba conforme se descargaba. De nuevo recurrí a mi amigo E, que me dio una guantada y me dijo que me dejase de tontadas estilo Sissi Emperatriz y que quedara, que a veces el verlo en persona hace que salte la chispa, que no fuera tan metódico y tan calculador. «Hay que dejarse llevar, Antonio». Así acabó la conversación.

Pasé la noche pensando en sus palabras. Había que dejarse llevar y pocas veces lo había hecho. Siempre me entra un miedo descomunal y una sequedad en la boca que me hace alejarme y decir que no o no decir nada, según la vivencia. Al día siguiente, opté por seguir chateando, aun sintiendo una chispa de infelicidad.

Aquella semana fue divertida y un poco agobiante. Me reclamaba quedar a tomar algo en su casa, pero cada vez que lo leía, esa chispa de infelicidad se multiplicaba por mil y ponía una excusa (aquí es cuando echo en falta un missing como Dios manda). Había algo que me hacia desconfiar, no me sentía cómodo y cada vez que veía su cara me recordaba a una ñusa. Pero las palabras de E hacían que recapacitara.

Providencialmente, en mi Facebook apareció la foto de un amigo que, hasta ese momento, no sabía que teníamos en común. Si antes no me gustó, ahora menos. Me daba igual las palabras de E, pasaba de quedar y crear falsas esperanzas. Pero mi vena cotilla es muy fuerte y me dispuse a ojear su página en dicha red social.

Lo que vi allí reafirmó mi negativa a quedar y pasar página. En la primera foto, su piel parecía brillar como una bombilla. En la siguiente, algo por el estilo. En la tercera, aparecía un hombre mayor en primer plano con mucha gente detrás y justo al lado de dicho señor, un transformista bastante hortera con una peluca al estilo Sophia Petrillo y una intensidad de maquillaje que parecía obra de un operario de tanatorio. Intenté buscar al chico en cuestión entre el gentío, pero no lo veía, y eso que estaba etiquetado.

Al pasar el puntero por la foto, vi que Lady Petrillo… era ÉL. Qué sorpresa más grande. No me había dicho nada de esa faceta. Si ya me gustaba poco, aquello hizo que no me gustara nada. Nada más cerrar la página, llamé a E para contarle lo que me había ocurrido. No pudo ni hablar, estuvo riéndose toda la conversación. Lo único que consiguió decir fue que alguien me había echado mal de ojo. Terminada la frase, siguió con la carcajada.

Yo no me reí nada. No quiero parecer depresivo, pero es un poco frustrante que aún siga como hace 20 años. Todos mis amigos se emparejan y yo asisto a sus bodas, a los bautizos de sus hijos, a las cenas que organizan sus parejas y la infinidad de actos a los que suelen invitar. Acontecimientos a los que siempre voy solo; aun estando con alguien, siempre voy solo, siempre solo. Y me rodea mucha gente maravillosa, pero al final todos tienen su vida, y yo sigo teniendo la mía por hacer.

Si presto atención a lo que me ha ocurrido en dos meses, es evidente que mi vida está cambiando. Debería reírme más, dejarme llevar más si me apetece, tomarme mi no cita con Lady Petrillo con mucho humor, anotar lo del amante de la aerofagia en una libreta para que no se me olvide contárselo a los guapos cuidadores del geriátrico donde ingresaré. E intentar ser feliz, con o sin; simplemente, ser feliz.







2 comentarios:

  1. Que ganas de leerte, todo llega, a su debido tiempo, veras como encuentras a la persona que te merece, un beso

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  2. Ayer precisamente, casualidades del hecho de estar vivo (quizá más vivo que nunca), me rescató una amiga, de toda la vida, del más salvaje ostracismo experimentado por mi cuerpo y espíritu de los últimos 40 (de los 42 que tengo) años que llevan mis pies pisando esta tierra pegajosa, que nos atrae con tal fuerza y desvergüenza que deja el principio del libre albedrío en el ridículo más destacable de la historia, en lo que al comienzo de la vida y el raciocinio se refiere. En una de las disertaciones que el efecto de la bella cerveza rubia nos indujo, como un torrente de dejadez absolutamente voluntaria, tratamos el recurrente, a la vez que pesado y poco innovador para los que lo nombraron por primera vez, tema de la PUTA felicidad (el hecho de ser escritor me facilita la licencia de introducir en bellos textos, como éste, los considerados menos bellos vocablos) y cómo conseguirla a través de los principios religiosos aceptados y aceptables por ambos la sociedad y nosotros dos. Llegamos a la conclusión, más tomada prestada que original, de que el dolor o el calmante placer de la alegría infinita, nunca es proporcional al sufrimiento o a la felicidad del momento. Es necesario, y cada vez más, un punto intermedio entre el erizante cosquilleo del roce de las teclas de un piano por las delicadas yemas de nuestros dedos y el desgarrador paso del tiempo, con la inclusión de las fauces desmembradoras de un amor no encontrado o despojado. Nada de eso es proporcional a nuestra reacción ante los hechos que se nos presentan día a día. Y, después de todo, los pilares de cualquier religión siempre se han de erguir sobre la premisa de tu conclusión: LA FELICIDAD. Gracias una vez más. P.D.: Jung tenía mucha razón en lo referente al subconsciente colectivo

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