Que te cambie la vida en
menos de dos meses hace que muchas de las cosas que eran prioritarias pasen,
por necesidad, a un segundo plano. Escribir, por ejemplo, lo he dejado en un segundo
plano; aunque es una de las cosas que me sigue haciendo muy feliz. Junto con
pasar la visa, ambos son momentos irrepetibles.
En esta nueva etapa, que
comenzó hace un par de meses, mi vida ha girado 180 grados. Cada dos días voy a
Pilates; sí, Pilates. Pero ya relataré mi iniciación en esta disciplina en otra
de mis entradas. También estoy recibiendo clases de piano. Siempre quise ser
ese tipo de persona que toca el piano para calmar los nervios, justamente lo
contrario de lo que me ocurre ahora. Me pone tremendamente histérico no saber
qué escala estoy tocando, y tener cero coordinación aumenta aún más mi irritabilidad.
En resumen, que estoy
cumpliendo sueños cada día que me levanto. Lo único que me falta es salir del
estado de apatía que tengo a la hora de entablar contacto en el terreno
amoroso. Es pensar en salir a ligar y la pereza, el hastío y la mala suerte que
tengo hacen que me deje inundar por el missing.
Es la forma más rápida y segura de descolgarme de cualquier plan sin que me
pidan explicaciones.
Hace unas semanas, un
domingo por la tarde, mi querido amigo E me dijo que o bien me quitaba yo esa
desgana que tenía o me la quitaba él a golpetazos y a alguna que otra guantada.
Yo le expuse que estaba muy cansado de empezar a conocer gente nueva, que
últimamente nada me cuajaba porque o yo no gustaba o no me gustaba lo que veía.
Yo estoy receptivo, pero lo que atraigo no es de mi agrado y viceversa. No sé
si os pasará a vosotros, pero yo llevo 37 años así y la verdad es que estoy un
poco cansado.
Tanta insistencia por su
parte consiguió que volviera al mundo virtual, donde todas las pseudorrelaciones
son más sencillas, ya que con un solo clic lo tienes todo solucionado, tanto
los chateos como los bloqueos.
Al principio, como en todo,
la novedad triunfa. Me llovían los mensajes, pero los perfiles que ofrecían no
me gustaban. No soy un chico refinado ni un remilgado, pero hay ciertas cosas
por las que no paso. Los primeros mensajes eran para encuentros furtivos,
rápidos y anónimos; y eso es lo que más pereza me da. Luego están los nombres.
Hay algunos que si los nombrara aquí, os dejarían tan helados como a mí. Por
poner un ejemplo, nick 1: tiramepeosenlacara. Este me preguntó si lo quería
conocer, y mi respuesta fue que si mi foto en la piscina le había transmitido
algún problema de aerofagia. Fantasías hay muchas, pero no me veía yo de
flatulento en una de ellas.
Pues entre tantos mensajes
de personas proponiendo infinidad de cosas, hubo «uno». Dicho mensaje empezó en
tono chulesco, pero con mucha gracia. Debo tener mi lado femenino muy
desarrollado, porque yo necesito hablar mucho antes de hacer cualquier cosa,
incluso quedar a tomar algo. Lo que me gustó de este perfil es que se tomaba su
tiempo; chateamos mucho, me picaba, creía que me hacía rabiar, y yo también se
lo hacía creer.
Me mandó una foto de su
cara y volvió la desilusión. No me gustaba nada, la magia del texto se evaporaba
conforme se descargaba. De nuevo recurrí a mi amigo E, que me dio una guantada
y me dijo que me dejase de tontadas estilo Sissi Emperatriz y que quedara, que
a veces el verlo en persona hace que salte la chispa, que no fuera tan metódico
y tan calculador. «Hay que dejarse llevar, Antonio». Así acabó la conversación.
Pasé la noche pensando en sus
palabras. Había que dejarse llevar y pocas veces lo había hecho. Siempre me
entra un miedo descomunal y una sequedad en la boca que me hace alejarme y
decir que no o no decir nada, según la vivencia. Al día siguiente, opté por
seguir chateando, aun sintiendo una chispa de infelicidad.
Aquella semana fue
divertida y un poco agobiante. Me reclamaba quedar a tomar algo en su casa, pero
cada vez que lo leía, esa chispa de infelicidad se multiplicaba por mil y ponía
una excusa (aquí es cuando echo en falta un missing
como Dios manda). Había algo que me hacia desconfiar, no me sentía cómodo y
cada vez que veía su cara me recordaba a una ñusa. Pero las palabras de E
hacían que recapacitara.
Providencialmente, en mi
Facebook apareció la foto de un amigo que, hasta ese momento, no sabía que
teníamos en común. Si antes no me gustó, ahora menos. Me daba igual las
palabras de E, pasaba de quedar y crear falsas esperanzas. Pero mi vena cotilla
es muy fuerte y me dispuse a ojear su página en dicha red social.
Lo que vi allí reafirmó mi
negativa a quedar y pasar página. En la primera foto, su piel parecía brillar
como una bombilla. En la siguiente, algo por el estilo. En la tercera, aparecía
un hombre mayor en primer plano con mucha gente detrás y justo al lado de dicho
señor, un transformista bastante hortera con una peluca al estilo Sophia Petrillo
y una intensidad de maquillaje que parecía obra de un operario de tanatorio.
Intenté buscar al chico en cuestión entre el gentío, pero no lo veía, y eso que
estaba etiquetado.
Al pasar el puntero por la
foto, vi que Lady Petrillo… era ÉL. Qué sorpresa más grande. No me había dicho
nada de esa faceta. Si ya me gustaba poco, aquello hizo que no me gustara nada.
Nada más cerrar la página, llamé a E para contarle lo que me había ocurrido. No
pudo ni hablar, estuvo riéndose toda la conversación. Lo único que consiguió decir
fue que alguien me había echado mal de ojo. Terminada la frase, siguió con la
carcajada.
Yo no me reí nada. No
quiero parecer depresivo, pero es un poco frustrante que aún siga como hace 20
años. Todos mis amigos se emparejan y yo asisto a sus bodas, a los bautizos de
sus hijos, a las cenas que organizan sus parejas y la infinidad de actos a los
que suelen invitar. Acontecimientos a los que siempre voy solo; aun estando con
alguien, siempre voy solo, siempre solo. Y me rodea mucha gente maravillosa, pero
al final todos tienen su vida, y yo sigo teniendo la mía por hacer.
Si presto atención a lo que
me ha ocurrido en dos meses, es evidente que mi vida está cambiando. Debería
reírme más, dejarme llevar más si me apetece, tomarme mi no cita con Lady Petrillo
con mucho humor, anotar lo del amante de la aerofagia en una libreta para que
no se me olvide contárselo a los guapos cuidadores del geriátrico donde ingresaré.
E intentar ser feliz, con o sin; simplemente, ser feliz.
Que ganas de leerte, todo llega, a su debido tiempo, veras como encuentras a la persona que te merece, un beso
ResponderEliminarAyer precisamente, casualidades del hecho de estar vivo (quizá más vivo que nunca), me rescató una amiga, de toda la vida, del más salvaje ostracismo experimentado por mi cuerpo y espíritu de los últimos 40 (de los 42 que tengo) años que llevan mis pies pisando esta tierra pegajosa, que nos atrae con tal fuerza y desvergüenza que deja el principio del libre albedrío en el ridículo más destacable de la historia, en lo que al comienzo de la vida y el raciocinio se refiere. En una de las disertaciones que el efecto de la bella cerveza rubia nos indujo, como un torrente de dejadez absolutamente voluntaria, tratamos el recurrente, a la vez que pesado y poco innovador para los que lo nombraron por primera vez, tema de la PUTA felicidad (el hecho de ser escritor me facilita la licencia de introducir en bellos textos, como éste, los considerados menos bellos vocablos) y cómo conseguirla a través de los principios religiosos aceptados y aceptables por ambos la sociedad y nosotros dos. Llegamos a la conclusión, más tomada prestada que original, de que el dolor o el calmante placer de la alegría infinita, nunca es proporcional al sufrimiento o a la felicidad del momento. Es necesario, y cada vez más, un punto intermedio entre el erizante cosquilleo del roce de las teclas de un piano por las delicadas yemas de nuestros dedos y el desgarrador paso del tiempo, con la inclusión de las fauces desmembradoras de un amor no encontrado o despojado. Nada de eso es proporcional a nuestra reacción ante los hechos que se nos presentan día a día. Y, después de todo, los pilares de cualquier religión siempre se han de erguir sobre la premisa de tu conclusión: LA FELICIDAD. Gracias una vez más. P.D.: Jung tenía mucha razón en lo referente al subconsciente colectivo
ResponderEliminar