viernes, 15 de agosto de 2014

Masquerade

 Mirar a la cara de quien me cruzo es uno de mis hobbies preferidos cuando voy camino del trabajo. Es una vista rápida, ya que sí me pillan me puede ocurrir de todo. Esa vista rápida me sobra para que imaginación trabaje desde ese instante y a velocidad supersónica, la misma que me gustaría que tuvieran mis enzimas gástricas.
Al ver un rostro siempre intento imaginar su vida. Es como crear un guión con su banda sonora y los títulos. Observar la cara, los rictus, incluso un fruncido de cejas es para mí como ojear la introducción de un libro.  La expresión facial suele decir mucho, incluso más que una vida laboral.
  Diría también que tengo un superpoder, es como un don  que al mirar fijamente a los ojos consigo ver a la persona en esencia, no es que sea un  superpoder  al  100% fiable, porque puede acertar y/o fallar a partes iguales. Cuando acierta, acierta con súper pleno y cuando falla, lo hace estrepitosamente. Como todo en mi vida, nada de centros, simplemente extremos.
Aparte de ver la esencia, suelo ver también la máscara a modo de protección que nos colocamos todos y cada uno de nosotros. Que es confeccionada de una forma muy cuidada, personal y con muchísimo esmero, Y todo para protegernos de un ambiente hostil, ya que a veces no tenemos la suficiente fuerza para mostrarnos tal y como somos.

 El libre albedrío que nos otorgó el altísimo ( aun queda algo de grunge católico dentro de mi) es uno de los mejores superpoderes que tenemos. Si la máscara que eliges es escogida por ti, es tan respetable como la decisión de Isabel Segunda al irse de casa de Alberto Isla ( aunque en este caso, Pantoja ha tenido que ver mucho en esto). Pero las que vienen impuestas y colocadas por segundas personas o por situaciones no elegidas son una bomba de relojería con muy poco tiempo para explosionar o implosionar.
Un ejemplo lo puedo dar contando un trozo de la vida de una amiga fantástica y fabulosa, que  con sólo escribir este párrafo me hace emocionarme. Es una de las mejores personas que conozco y que creo que soy uno de los pocos que la conoce más a fondo, la conozco antes de que me confiara muchos de sus secretos. El uso de mi superpoder  hizo que la viera de una forma diferente a como actuaba.
 Fue el primer día de trabajo para los dos, un sitio que nos marcó para el resto de nuestras vidas. Ella y yo conectamos mucho, porque tenemos el mismo sentido del humor y somos rápidos para actuar. Cuando me la presentaron me quede mirándola, un gesto un poco descarado por mi parte, pero es que  necesitaba  ver lo que había dentro de ella, me equivocara o no.

 Al momento  se proyecto en  mi mente una imagen de niña acurrucada en un sillón, durmiendo.  Una imagen frágil y tierna, nada que ver con su forma de hablar y  actuar, su comportamiento era todo decisión y fuerza. Aún con eso la veía frágil y desprotegida.
Estuvimos trabajando cuatro años, donde tuvimos roces, risas, confidencias, lloros, alegrías, tragedias y todo de una forma intensa. Los dos decidimos dejar el trabajo el mismo día,  y a partir de ahí nos separamos de una forma física, pero daba igual, ella y yo estaremos juntos toda la vida, aunque no nos veamos.
Recuerdo una conversación que tuvimos porque iba a dar un paso muy importante en su vida. Quise preguntar sí sentía que tenía que darlo, ella me dijo que debía hacerlo y que era lo correcto. Yo insistí si sentía que tenía que dar ese paso, me zanjó el tema con la misma respuesta y con un : “ Que pesao eres con el tema. Pareces un disco rallao”. Ahí fui consciente de que la máscara que le habían impuesto  pesaba mucho, tanto como el hormigón, y no era elegida por ella. También me di cuenta que me repito mas que el ajo.
A principios de este año, volvimos a reencontrarnos después de casi cinco años sin vernos y me cuenta que le habían detectado un cáncer en estadío 1 y con curación asegurada. Mientras me  relataba todo,  yo solo oía la palabra cáncer una y otra vez. Esta enfermedad odiosa la han padecido seres muy queridos y cada vez que la oigo nombrar me estremezco.
Para acabar esa conversación le dije que se dejará llevar por los sentimientos, que llorara, que estuviera triste, que no se hiciera la fuerte más. Hay que sacar enseñanza de todo y este cáncer tenía mucha. Antes de despedirme la mire a los ojos y mi superpoder me dijo que tenía que abrazarla. Le susurre al oido: “ Nena, haz el favor de oír mas a tu corazón”
Hace tres meses de nuestra conversación y la quimio está siendo un éxito, se ha separado de su marido, lleva turbantes preciosos, ha empezado a hacer mucho deporte, se permite llorar y tiene un abdomen por el que yo daría a cambio mi herencia. A veces se siente vacía y otras plena , pero lo que no hace es ahogar sus sentimientos ni camuflarlos, aún le queda batalla pero sabe que la tiene ganada, lo mejor de todo es que a raíz de lo ocurrido ella es la que toma decisiones y si alguna vez necesita una mascara, será confeccionada por ella.
Ya lo decía mi abuela, después de la tronera llega la calma, una calma llena de matices.