domingo, 12 de julio de 2015

Eternity

Siempre me ha gustado contar historias, relatos que me ocurren o que me cuentan. Y a todas les otorgo mi toque, algo que seguro habéis notado después de muchos posts.

Recuerdo con mucho agrado el empezar de los cuentos que me relataban: «Hace mucho tiempo...» o «De esto hace ya muchos años...». Me quedaba petrificado nada mas oír esas palabras. Os tengo que confesar que de niño era hiperactivo. Lo único que me mantenía quieto eran los relatos de la gente y/o las historias extraordinarias que me contaban mi madre, mis padrinos, una vecina que se llamaba Teresa (apodada la Pinda), etcétera.

Pues hoy voy a empezar a contaros yo dos historias. No hace mucho tiempo que ocurrieron, pero poseen la magia y el poder de hechizaros, ya que el componente máximo es el amor. No veréis cursilería; veréis amor sin artificios y en mayúsculas. Antes de que digáis nada, lo digo yo: sí, me repito mucho con el tema «amor», pero ¿acaso no es el ingrediente perfecto para cualquier historia? El amor y el desamor son la base de cualquier relato, novela o ensayo.

Pues como decía, hace no mucho, en un tiempo parecido a este en el que vivimos...

Había una pareja de novios, amigos míos, que disfrutaban de una vida juntos en todos los aspectos: convivían y trabajaban juntos. Este binomio puede parecer explosivo, pero se compenetraban. Tenían sus roces, pero lo llevaban bien. He de aclarar que la imagen de tórtolos  acaramelados y rezumando miel no se asocia a esta pareja. Yo nunca he visto gestos de Love is in the air, pero sí he percibido un amor maduro, leal y precioso. Pues después de un tiempo, decidieron dar el «sí, quiero», desde un punto relajado, donde la convivencia y el respeto mutuo habían fraguado. Un sí propio de estar convencidos, porque habían pasado la fase de vivir juntos. ¿No os parece fabuloso? Mi crisis de los cuarenta, que ya empiezo a intuir, hace que me emocione cuando veo en gente que quiero lo que deseo para mí.

La boda se fijó para mayo. Mi regalo fue asesorarlos en su vestimenta y mi lujo fue asistir al evento con 13 kilos menos y vestido de Margiela. Todo pintaba ser fabuloso, pero tuve una noticia de última hora: mi tía querida había fallecido. A la boda tenía que asistir, porque quería y debía; pero antes de que acabase el ágape tenía que marchar a un pueblo turolense, ya que en su entierro yo tenía que estar presente. La vida tiene estos quiebros.

Una virtud que tengo es intentar vivir el ahora.  Y por mucho pesar que tuviera, debía estar en la boda.

La celebración fue un deleite, precioso todo. Ellos fueron los mejores vestidos con diferencia, ya que me encargué yo. Hubo muchas fotos, muchos momentos grabados en mi retina, pero uno en especial: un abrazo entre Carmen, la novia, y me querida Victoria, a quien le dio un ramo precioso como agradecimiento. La ternura y el amor fraternal eran tan palpables como mi envidia de no poder tener un ramo igual. Hay una cosa que no perdono a la Iglesia de ahora ni de atrás, no poder casarme con un rito igual. Adoro la entrada, la música y los tiempos de la celebración católica. Esta afirmación va a hacer que os riáis mucho de mí y que me invitéis a dimitir de algún cargo, por poner un ejemplo.

Antes de que llegara la tarta, tuve que ausentarme para irme a Teruel. También me vino bien. Sigo a dieta, y ver una tarta hecha de milhojas de crema casera hubiera sido una terrible prueba. La sensación que tuve nada mas salir de Orihuela fue muy rara, acababa de celebrar una unión y me disponía a vivir una despedida.

Llegué de madrugada al pueblo, hacía calor, era inusual. Dejé el coche aparcado delante de una casa-cuadra que amenazaba ruinas, la puerta era doble. Pero no estaba para observar mucho, ya que la melancolía y la alegría se mezclaban dentro de mí, un sentimiento raro que me produjo mucho sueño.

Las veces que había ido a casa de mi tía habían sido para hacer retiros y excursiones y rutas. Me encantaba cuando llegaba el aire fresco y el intenso olor a hierba me rozaba la cara. La visita de hoy era extraña y el aire también lo parecía.

A las seis de la mañana me despiertan unos golpes fuertes junto a un ruido atronador y gritos. Cuando me despejo, cuál es mi sorpresa al ver un tractor delante de mi ventana con un remolque cargado de semillas y pienso. Detrás de una puerta vieja, había 400 gallinas que comían, bueno, devoraban un remolque de grano casi a diario. Estas cosas del campo profundo no las entenderé nunca: las dichosas gallináceas tenían que comer un domingo a las seis de la mañana.

Pasado el soponcio, me dispuse a visitar a mi tía. Pero antes sentí la necesidad de dar un paseo por el pequeño pueblo, ver la fuente donde todos bebíamos nada más llegar, el lavadero municipal y la «piedra Movistar», que data de finales de los 90 y decían que si te subías encima de ella, tenías cobertura en el móvil.

Después de reírme de lo tontos que éramos, me dispuse a visitar la iglesia, que albergaba los restos de mi tía, y así esperar a que se celebrarse su sepelio.

El funeral fue una de las ceremonias más hermosas que he vivido, todos los que asistimos llegamos a esa conclusión. Parte del sermón lo ofició mi tío. Quiso señalar que el día era gozoso; emotivo, pero gozoso. Nos contó anécdotas de mi tía desde que se conocieron hasta que la vida se le apagó. Tuvieron la valentía de marcharse a probar suerte a Barcelona con una mano delante y otra detrás. Estuvieron más de 50 años juntos. En una de sus últimas conversaciones, Juanita le dijo: «Después de todo, hemos salido para adelante». Así habla una mujer que nunca perdió la fe en la vida.

El cementerio del pueblo no es más que un trozo de tierra sin cultivar y a todos los entierran en fosas, cavadas por la familia o por algún vecino agradecido. Ver el féretro de Juanita introduciéndose en el hoyo hizo que me sobrecogiera. Cuando fue depositada, mi tío empezó a echar tierra con la pala, seguido de sus hijos y después de sus nietos.

«Juanita, la tierra que te ha dado la vida te da sepultura». Dicha frase la dijo junto con la primera pala de tierra. Seguidamente, todos entonamos la canción Adiós con el corazón (que con el alma no puedo). Su alma salió de su cuerpo para estar en otra dimensión, pero necesito más madurez y más crecimiento personal para no sentir melancolía y pena.

Mientras cantábamos la canción, recordé un consejo que me dio hace mucho tiempo: «Mira, Antoñico, tu tía te quiere y te conoce desde que naciste, y solo te digo una cosa: intenta siempre estar acompañado, el ser humano no es para estar solo». Creo que esta frase que me dijo la define como es. Como es ella. Y desde aquí te digo que no estoy solo, tengo mucha gente a la que quiero y que me quiere (creo yo).

Intento recodar ese fin de semana para no olvidarme de ningún detalle. Fui un privilegiado al poder asistir a dos ceremonias donde el amor verdadero estaba presente. El sábado por la mañana pude emocionarme viendo a Carmen e Isidro con el «hasta que la muerte os separe» impecablemente vestidos, esto lo recalco. Y el domingo a mediodía, un «la muerte no es el fin», dicho por mi tío, con la azada en la mano y terminando de plantar unas margaritas en la tumba de Juanita.

Como colofón de tan emocionante fin de semana, a la altura de Albacete recibí un SMS, una forma vintage de comunicarse, de una señorita con una piel de cine. Me preguntaba si quería trabajar en una óptica en la Gran Vía de Murcia.  Os podéis imaginar dónde estoy ahora.

De un tiempo a esta parte, estoy escuchando la canción Crazy for you de Madonna, pues cada vez que la oigo me imagino cantándola a modo karaoke o en una boda estilo Carmen e Isidro o mirando a X (está por llegar) después de mucho tiempo juntos, con los ojos llenos de arrugas y regusto a Algasiv.

Creo que la fórmula de un amor verdadero, el que no se acaba, es estar un poco loco, Crazy for you.





7 comentarios:

  1. Desde este trozo de tierra sin cultivar
    El cementerio del Toril
    hemos leïdo el articulo
    Manolo Marcel Ferran y Jorhey
    Emocionante y detallista

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  2. Jolin, te leo de vez en cuando y cada vez que lo hago brota algún sentimiento... Eres un crak. Y por supuesto, que viva el amor! Muackkkk

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  3. Que maravilla! NO DEJES DE ESCRIBIR. PASO MUY BUENOS Y DIVERTIDOS RATOS LEYÉNDOTE. Saludis.

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  4. Dos historias únicas y opuestas pero conectadas. Me encantaron, con sus toques graciosos y emotivos. Aún me da una sonrisa “la piedra Movistar”, un gran relato nos has compartido.

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