miércoles, 21 de septiembre de 2016

Forty and Fabulous

Oficialmente soy un cuarentón y solo desde hace unos días, que conste.

He pasado la barrera y no he sentido ningún campo de energía envejecedora ni decrepitud instantánea. Ni dolores mañaneros tengo.

Pero  que he sentido que la vida sigue igual que antes, con cambios”, pero igual que cuando tenía 38, por ejemplo. El sol sigue saliendo por la basílica de la Fuensanta y se esconde por el hospital de la Arrixaca(ciudad sanitaria).

Los cambios antes nombrados son que mi cumple lo celebré a casi 800 kilómetros de aquí, en una zona maravillosa con 3 personas igual -bueno igual no- muchísimo más excelentes. La zona se llama Las Landas y se encuentra en el sur de Francia. Es un sistema de dunas y manglares, precioso es poco. Una pareja amiga mía, referente en mi vida al cien por cien, me invitaron a su “móvil home” en un camping lleno de surferos y silencio.

Fue como un regalo divino. Brindar por el cuatro y un cero  rodeado de tres y yo.

El día 5 salí a pasear para ver la puesta de sol. Fui solo ya que necesitaba interiorizar mucho de cuanto me ocurría. Al llegar a la duna se oía el mar con intensidad de marejada y de fondo, un clarinete. Lo que leéis, un clarinete. No  si era Mozart lo que oía, solo  que me enamoró escuchar esa pieza y no sabía de donde salía. Conforme subía la duna la mezcla de sonidos era de una belleza tan extraña como atractiva. 

Dicha zona estaba llena de búnkeres de la Segunda Guerra Mundial y en una ventana de dicho refugio estaba un chico joven tocando el clarinete. Él no me había visto y decidí que así siguiera, o por lo menos hasta que se cansara de tocar.

Hacía mucho que no lloraba de alegría, y ese momento ocurrió. Después de este año tan extraño, la vida me regalaba este instante hermoso: música en directo de un clarinete con el rumor de las olas y el marco más bonito que pueda imaginar. 

Cuando acabó de tocar la pieza tuve la necesidad de felicitarlo, aun sabiendo que sería o francés o belga u holandés. Le dije en modo indio: “me gustar como tu tocar clarinet” (no sé por qué omití la “E”) a lo que él contestó en un castellano soriano "muchas gracias", que donde era y la alegría inmensa de encontrar un español. 

La vista se me iluminó. Empezamos a conversar, si queridos, solo conversar y eso que era muy guapo.

Sergio, que es como se llama, iba camino a Burdeos desde Soria a la vendimia, en bicicleta. Decía que su pueblo lo ahogaba y necesitaba ver mundo, trabajar fuera. Y como casi no tenía recursos, se iba en bici. Llevaba 6 días pedaleando y pasó por aquí, se enamoró de este rincón y como llevaba el clarinete (me replanteé qué llevaría más en esa mochila) decidió tocar lo que su corazón sentía. Esa conversación me removió entero. Pero de un modo terremoto de Japón, con su consecuente en Fukushima.
No era porque tenía un cuerpo apolíneo, si no por su valentía al afrontar sus miedos y arrojarlos al primer contenedor que encuentre.

Estaba pedaleando y durmiendo al raso, persiguiendo un sueño, trabajar en una vendimia en Burdeos y tocar música cuando el paisaje el enamorara. Casi todo lo opuesto a .

Al despedirme le deseé la mejor de las suertes

Me dispuse a sentarme a ver el “sunset”,  un momento mágico que borra todo lo malo que te haya ocurrido en el día

Los miedos habían marcado casi toda mi vida, miedo a las alturas, miedo a lo que dirán de , miedo a hacer el ridículo, miedo a volar y un sinfín que me impiden ser feliz. Uno de los miedos más potentes es sentirme solo. Me cohibían y me dejaban al margen de casi todo.

Sentado en la posición de loto, con el ruido de las olas gigantes y el color naranja del cielo me percate que durante 40 años no había dejado fluir a mi verdadero yo. No había viajado más porque me daba miedo quedarme sin dinero, no cruzaba puentes por miedo a tirarme por la baranda, no volaba en avión porque pensaba en el 11S.  

Cuarenta años poniéndome barreras. Me consolaba diciendo que podría algún día superar toda esa vorágine. 

Que verbo más feo, "podría" es igual que nada. No deberíamos conjugarlo nunca. Por lo menos yo no voy a hacerlo de aquí en adelante.

Así me despedí del día 5 y el 6 amaneció y lo hizo con un brillo especial. También acompañado de un grito-lloro de Maamaaa de Quim, la ricura de hijo de Ana

Ese día nos fuimos a Biarritz; qué no decir de unas de las ciudades más elegantes que hay en el sur de Francia. Emi y yo nos pateamos toda la ciudad. Preciosa es quedarme corto. 

Nos recomendaron visitar la roca de la virgen. Las beaterías me producen curiosidad y atracciónfuimos derechos. Al llegar al puerto visualice la roca. Se accedía desde una pasarela del puerto. Mis miedos hicieron acto de presencia. El puentecito era de listones de madera y había una altura de 12 metros, debajo un oleaje tremendo. Miedo a nivel de ictus. 

Me paralicé y dije que por ahí no pasaba ni muerto. Entonces es cuando los amigos hacen acto de presencia y recibí un empujón de Emi, junto con el tira pa´alante

Me vino de repente la imagen de Sergio y su valentía de no sentir bloqueos. Me dispuse a caminar, por el centrosin mirar hacia abajo estilo Gisele BündchenEl crujir de la madera me erizaba entero y los roces de los viandantes. 

No  cómo caminaría pero creí oír a alguien decir "que pedazo de marica". Pero me dio muy igual, no sabían que uno de mis miedos más importantes estaba a punto de empezar a remitir, y si me veían mariposon es que caminaría de forma glamurosa.

 Al llegar a la roca di un salto enorme y grité: ¡Primera prueba pasada!

La primera de muchas, aunque poco a poco, que uno no está para muchas prisas. Pero tuve la sensación de que pasar el puente va a hacer que las demás pruebas vengan detrás, una a una.

El miedo es gratis y coges todo el que quieras, pero nunca el que necesitas.Todos los sentimientos son positivos, pero en su justa medida

El miedo te hace estar alerta, es de vital importancia. Pero acumularlos todos como yo lo hacía, me llevaba camino a ser un triste hombre gris que pospone realizar sus sueños y vivir su vida para más adelante. 

Sergio: dudo mucho que me estés leyendo, pero tu música me ablandó el corazón para que luego, tus palabras, me hicieran romperme para luego recomponerme. Si estas en Burdeos o en la misma playa donde te dejé, que siempre tengas felicidad en tu forma de caminar por la vida. 










martes, 10 de mayo de 2016

ALBERCA HILLS

Hace algún tiempo de mi fatídico golpe, pero  he recobrado mi consciencia y mi buen discernir. Soy consciente que la vida me avisaba de un cambio radical, de esos que raparte la cabeza al cero queda como una nimiez.

Todo  se materializó cuando de repente un amigo me ofreció su apartamento en alquiler. No dejé que mis miedos me invadieran, dije SI alto y claro.  Después tuve mil remordimientos, pero ya no podía echarme atrás. Vivir solo era ya una realidad. Contestar en los chats evidentes a la pregunta de si tenía sitio con una respuesta propia de un señor de cuarenta años que necesita intimidad.

Aunque las mil y una dudas me vinieron de golpe, me apetecía vivir en solitario. Tuve una experiencia pésima compartiendo, algún día relatare. Pero esta vez solo relatare cosas divertidas. Tanto como que no tenía ni idea de hacer nada de nada. Os pongo en antecedentes, servidor es anti amo de casa. Mi forma de cocinar consistía en abrir bolsa y mezcla bolsa. Pasar el plumero y fregar mi único contacto con la limpieza. La plancha era una continua batalla, ya que arrugo más que plancho, y la compra en el súper  solo la hacía si quedada con mi ex y amigos a pasar un fin de rural, que echo mucho de menos. Me ceñía a preparar menús de” Abre bolsa...” Y compraba las susodichas y manidas bolsas y alguna que otra delicatesen. Me pirra la comida excéntrica y los productos con  adjetivos sustantivos.

Mi primera compra fue un tanto peculiar, mi mente que es de rutinas rurales, empezó a  ver esnobismos como algas deshidratadas de la bahía de Sagami (Japón) junto con sal del Himalaya, chucrut de Bavaria y miso fermentado en 4 años junto más productos que no puedo enumerar. Prácticamente mi cesta se compuso de semejantes productos.

Ni acordarme de los limpia W.C., un colador, tomates, lejía o una pastilla de avecrem que es muy recurrida junto a la pasta.  Salí del supermercado con el convencimiento de que hacer las cosas correctas y bien hechas. Dicha sensación se disipo cuando empiezo a ver que me falta todo lo necesario y cotidiano eso si más mundano pero súper útil, nadie limpia la ducha con Quinoa de ecuador por ejemplo.  A veces me viene la cabeza una frase de mi gran madre: ¿De dónde te crees que vienes?

Pasada la primera semana rodeado de alimentos macrobióticas  y un ambientador propio de un club de intercambio de parejas (no fiaros del rasca y huele de las cajas) me doy cuenta que está muy bien el hecho de vivir solo en un precioso apartamento con tarima y una distribución ideal. No paran de suceder cosas, algunas las puedo contar otras no, las que no dan para muchos post.

Una cosa preciosa que me ha ocurrido es que de una forma casi divina, uno de mis mejores amigos se ha mudado a 10 minutos andando de  “mi” casa. Esta señal me ha hecho ver que cuando más necesitas a alguien, la vida te los pone. Tenerte cerca es uno de mis mayores regalos.

Me faltan hojas para describirlo ya que es mucho de todo, pero haré un símil, de esos que a él tanto le gustan. Llevo un día oyendo a Edith Piaf y creo que tengo una descripción ideal que tiene mucho que ver con él.

La música de Edith es total, Francia y su arte no se concibe sin su timbre tan especial. Su dicción puede resultar excesiva pero no se puede separar la genialidad y exceso en sus canciones. La música de la Sra. Piaf es una mezcla de saudade, alegría, final apoteósico, olor a rosas y savoire faire. Pues imaginaos esa descripción hecha persona, que mide 180 con algo y que habla más que un sacamuelas.

Lo más grande de él es la generosidad que tiene en todo, tanto como para ayudarte como para hundirte si quiere, pero siempre te  saca a relucir. Todo generoso.

Guardo muchos de sus consejos en un ventrículo, dicho ventrículo los bombea derecho a mi mente  para que les haga caso.

Una de sus principales virtudes es atesorar anécdotas, experiencias y contarlas con una pasión emocionante. Oírle contar vivencias es muy sorprendente ya que siempre le encuentras un matiz nuevo cada vez que las cuenta. Creo que en honor a él debo contar una.

Hace de esto algún tiempo. Mi querido amigo junto a otro igual de querido regentaban una floristería, de esas que poseen un encanto y trasmiten la sensación de que todo lo puedes resolver con plantas y flores.
 De sobra es conocido todo el abanico de eventos que cubre una floristería, vida y muerte se celebran con flores. Pues una corona majestuosa para una ciudadana ilustre de un pueblo cerca de donde tenían el negocio fue el encargo para un sepelio.

 Para hacernos una idea, la corona costaba 75.000 pts de las de antes. En ella se emplearon rosas de Bulgaria, hortensias holandesas, palmito traído del Getsemaní y demás flora con sustantivos desmesurados. Cuando acompañas de adjetivos pomposos, estos nombres suenan diferentes.

Estuvieron haciéndola todo un día, dos personas.

Llego el momento de entregarla y en dicho tanatorio tienen una costumbre peculiar. Cuando llegan los floristas bajan una persiana gris, colocan la corona o palma y luego cuando ya no están en la cámara suben la persiana. Dicho ritual suele crear una expectación propia del moulin Rouge.

Pues llegan mis queridos y empiezan el ritual, he decir que llegaban cansados de mas, y sobre las 22:00, hora punta en dichos eventos. Bajan la persiana y empiezan a oír un murmullo y la ansiedad por ver lo que iban a colocar crecía. Ellos decidieron alargar un ese momento, no sé si por tener un gesto hijoputesco o porque estaban dando los últimos toques a tan genial creación.

Llega el momento de subir la persiana pero mis amigos, que necesitan el aplauso, se esconden para ver y escuchar las caras de “su público”. El aplauso, para un florista, es tan necesario como pagar el IVA cada tres meses.

Al subir la persiana las bocas de todos los asistentes se abrieron al unísono. La exclamación fue generalizada. La corona era especialmente  maravillosa. Los familiares de la fallecida se miraban unos a otros con desconcierto, sorpresa y felicidad. Con tanto asombro hubo una frase que la nuera dice a la cuñada: ¿Esta corona es la que paga el ocaso?  Las nueras en dichos sepelios tiene el don de contabilizar quien va y quien no, quien hace más teatro y quien no, siempre con un toque de mala de telefilme.

Al oír dicha frase, mi amigo volvió a la realidad, estaba en el olimpo de la perfección floral. Esa cuestión hace que inmediatamente miren la orden escrita. Y las sospechas se materializan, la corona no era para esta mujer. De forma brusca bajan la persiana, no tuvo cabida el estilo Moulin Rouge. Para cuando la suben, la corona ya no está en la sala.

 La expresión, también generalizada, y ese gesto de “Aaaaaaaaahhh”, como de que ya parecía raro que semejante floripondio no encajaba con dicha mujer. Ella fue una mujer humilde, por lo que indagaron después, una señora que se había dedicado toda su vida a cuidar de su familia y vivir en uno de los barrios más humildes.

Ella tuvo, por un escaso momento, la mejor de las coronas a sus pies y todos sabemos que significa eso en el mundo del “village people”. Por unos minutos tuvo el privilegio de estar a junto a ella, rosas del quinto confín, hortensias de más allá de la Junquera y unas delicadas flores que las merecía tanto como la destinataria por derecho.

Todo en esta vida, malo o bueno, es por instantes, algunos duran minutos otros toda la vida. Disfrutar y recrearte es una opción, luego está la actitud de la nuera, que sería la que lo cuestiona todo, en vez de recrearse las dudas hacen que ese momento pase sin saborearse.

Hace más de 10 años que se abrió la persiana, pero blanca, para que la vida te colocara a mi lado, cerca de mí. Creo que no se han equivocado, hemos pasado muchas vivencias juntos. Nos merecemos ser amigos por ahora y mucho tiempo más.

No cuestiono el tiempo que paso a tu lado, simplemente lo disfruto.













viernes, 8 de abril de 2016

Fine on the outside.

Cuando crees que todo funciona de una forma correcta, que estas por la senda que crees que va a ser la definitiva, llegan los golpes, de efecto, que depara el destino. Son hostiones tremendos que dejan mareado y con la sensación de ver pajarillos y estrellas orbitando alrededor de tu cabeza.

Cuando intento buscar explicaciones a semejante mandoble, que -de forma unánime todo bicho viviente de mí alrededor intuía- me turbo y no puedo pensar. La claridad de mente ha desaparecido y  la pregunta de “¿por qué?”es lo único que tengo en la cabeza.

Ahora no hay marcha atrás. Me encuentro sentado aun. El dolor de piernas y la fascitis plantar me impiden caminar. Tengo la sensación de que el videoclip de karaoke de la canción de Ana Belén me ha engullido, “mi cuerpo tiembla y puedo ver….”

Voy a hacer de esta experiencia una historia propia de un episodio de un libro de autoayuda de esos que tanto me gustan. A lo mejor escribiendo me aclaro y aparece alguna explicación o solución a esto que estoy viviendo.

Erase que se era un camino por el que andaba yo de un tiempo largo hacia acá. No es que fuera un gran camino, pero lo había elegido y me sentía genial allí. De vez en cuando se vislumbraba un paisaje genial, pero cuando estaba recreándome, de la nada aparecía o un poste de luz o una señal de precaución. Pero mi mente hacia Photoshop de forma automática y hacía un barrido general para seguir viendo lo bonito que era todo. Es bastante hábil para hacer desaparecer lo que no me gusta y transformarlo en algo genial.

Sorprende que los baches eran bastantes hondos y aparecían de la nada, pero la comodidad de estar en un camino que lo hacía mío disipaba esos enormes hoyos. Era como caminar por la vereda que hay al lado de tu casa. Aunque me tropezaba muchas veces, siempre me levantaba riéndome, porque la caída era tonta, propia de no mirar por donde pasas. Me levantaba solo, apoyándome en mí y lo hacía de un salto.

 En cierto modo el camino me animaba a seguir, era como unos toques de atención los baches y las consecuentes caídas. Aunque relativamente hace poco que las señales de precaución se veían más repetidas y por casi todos lados. Pero la señal de “no pasar” no estaba. Miraba alrededor cuando aparecían todas juntas y os puedo jurar que la de prohibido el paso, no.

Tres meses hace desde que de repente, sin avisar, miro hacia atrás y veo que hay muchas maquinas en la lejanía arreglando el firme. Detrás de ellas se vislumbraba una persona caminar tranquilamente. Cuando miro hacia adelante el camino ya no existe y me caigo. Esta vez el socavón era una zanja que abarcaba todo. El golpe fue seco, tanto que me ha dejado sordo, en vez de pájaros son pelicanos y las estrellas son asteroides muy feos y negruzcos, los que dan vueltas  mi cabeza.

Dicho camino, que ha estado 8 años haciéndome ver que lo pedregoso era lo ideal, desaparecía de repente.
  Yo tengo parte de culpa de semejante golpe. La imaginación, con su Photoshop son  muy ideales para crear bolsos, por ejemplo, pero para hacer desaparecer la realidad y crear universos paralelos, pues como que no. Un camino con baches y postes de luz es un camino con hoyos y asquerosos palos de color caca, no  un paisaje propio de una ruta en el pirineo navarro, por poner un ejemplo

La sensación de estar andando por el sitio equivocado durante 8 años no para de bombardearme.

Últimamente sentido del humor tengo poco y solo me apetece poner nitroglicerina y hacer explotar el camino y a su viandante. Pero luego mi corazón, que está dolido, me dice que no detone nada, que me marche por la primera senda que encuentre y me dice muy bajito: “tiene que haber otro”. Tendrá que haber muchos y estoy seguro que los hay.

Mi pragmatismo está en batalla con mi corazón, una batalla que hace que vaya ralentizado en todo lo que hago y que necesite de ayuda para caminar día a día. No tengo suficientes renglones para agradecer todos los brazos que han aparecido, me cogen de las axilas para levantarme, para que no me quede sentado. Sé que tengo que caminar pero ahora no me apetece. Estar sentado mirando cómo se arregla el firme es lo que observo y me hace tener sentimientos encontrados. Estos sentimientos me hacen recordar que lo que debo hacer.

Levantarme es lo que debo hacer y caminar es la prioridad. Echar a caminar sintiéndome bien por fuera, que me sienta bien por dentro es cosa de tiempo.

Aunque esto se relata como un drama épico, esta historia es una historia común, que se repite constantemente en la vida. Pero el matiz cambia cuando uno la vive en sus propias carnes. Pero sigue siendo una historia de un desamor, como una canción de Billie Holiday o un bolero de los que canta Mi querida Mariella Köhn