lunes, 16 de julio de 2018

PROUD


Hace cuarenta años que se hizo la primera reivindicación del orgullo gay en Madrid. Vivimos un momento delicado, ya que se tienen más derechos que hace unos años, seguimos en un punto no definido. Mi carácter optimista y mi sentido del humor hace que vea los adelantos que hemos tenido las personas de mi condición.

Quien me conoce sabe que no soy muy de sentirme Orgulloso por ser gay, más bien lo vivo con naturalidad, el orgullo me lo hace sentir mi familia con las alegrías que da, mis amigos con sus metas alcanzadas y mi trabajo cuando vendo un par de gafas progresivas de 1000€. Orgullo por enamorarme (cosa que hace tiempo no ocurre) de otro hombre no. 

Como digo, lo veo y actuó de forma natural.

No fue siempre así, también lo digo. Al principio de los principios era más bien diferente. Sentir atracción por otro chico me creaba unos conflictos dignos de Juego de tronos.

Ser gay en un pueblo de poco más de 3000 habitantes dispersos en unos kilómetros a la redonda no era el paraíso que digamos. Yo fui de los atrevidos que prefería jugar al Elástico o los cromos a dar patadas a un balón. Aun sabiendo que sería diana de todos los calificativos que conllevaría, pero me lo pasaba tan bien superando a las otras chicas en elasticidad y acrobacia, que el dolor que me hacía cada vez que me decían “mariquita” pasaba a ser secundario. Pero dolor sentía, no lo podía evitar.

No quiero caer en el pobre de mí, porque no lo es. Es contar la realidad tal y como fue. Los que lo hemos vivido sabemos de qué hablamos.

Tuve que crecer fingiendo ser quien no era. Yo decía que me enamoraba de chicas y yo solo quería quitarle la ropa para ponerle otra más estilosa y moderna. Los años 90 fueron un desastre estilísticamente hablando, aunque se empeñen en ponerlos de moda.

Pasando los años, la máscara de chico hetero sensible, se fue al carajo y empezó a resbalarme todo, ahí fue cuando comprendí que era estar agusto con uno mismo. Aunque ciertas palabras siguieran removiéndome como una ortiga en la planta del pie. A día de hoy si oigo a la lejanía todo el listado de sinónimos de Gay de contexto, me hace tensarme de repente.

 Voy a contar una anécdota de hace unos días. Donde la palabra Maricón sonó dos veces y hasta ahí puedo leer. Voy allá.

Tengo un amigo que vive en Paris, ¿se puede vivir en un sitio más ideal? Creo que no, dejo de divagar. Cada vez que viene hacemos una quedada y vamos a comer o cenar en un restaurante chino donde los chinos van a comer, esto en Murcia es un exotismo os digo. Fíjate si me pareció extraño que mi primera vez le pedí la cuenta a un oriundo asiático, que pasaba al lado de la mesa, y él me dijo que era un comensal como lo era yo, con su acento típico. Yo le expuse que viniera con un cartel identificador, de esos que llevan las dependientas de H&M, la broma no le hizo ni la más puñetera gracia, acabé pidiéndole perdón. Es asombroso lo que me voy por las ramas.

Pues como decía, mi amigo y yo hicimos la quedada para comer en dicho restaurante. Siempre somos de pedir lo mismo, pero ese día me apetecía comer otra cosa y apareció ante mí, en la carta, “arroz envuelto en hoja loto” ¿Puede un nombre de plato culinario ser mas atractivo?
El paso de los años me ha hecho que desconfié de todo, que pregunte antes de lanzarme.  Y a eso me dispuse, saber que contenía dicha maravilla.
El camarero me dijo, con su característico acento:

   "Alós, veldula, jamón y Maliscón…"

Mis ojos se abrieron como un búho y gire la cabeza como una lechuza hacia él. Mientras mi amigo se rulaba a risa

 Le espeté: ¿has dicho maricón?

El pobre se puso nerviosísimo, porque era “Malisco” lo que quería decir, acto seguido esbocé una sonrisa mía para quitarle hierro al asunto. Luego recapacite sobre La importancia de una tilde bien puesta y también que aún sigue afectándome dicho calificativo.

Mi amigo es un millenial y todo esto se la trae al pairo, me contagie de él y nos pasamos riendo toda la comida.

Pero la tarde me deparaba algo más.

Cuando salimos del restaurante, nos fuimos a otro local para tomar el café y la copa.
Si es de sobra conocida Murcia aparte de su gastronomía, su alegría y su clima,  es la de Yonkies pidiendo. Hay muchísimos y siempre te piden 0.20€, que es muy poco la verdad. ¿Estará sujeto al IPC? 

Pues a mitad de camino  hacia una cafetería una señora de unos sesenta y pico, con un mono espantoso, no hablo de vestimenta que quede claro, nos aborda para que le demos 0.30€. Declinamos su propuesta de forma elegante.  Acto seguido nos dice que le compremos en un local que había cerca una lata de cerveza, de forma instintiva miro al local y está cerrado, le digo que no, mi amigo niega con la cabeza.

Ella desiste con cara de pocos amigos y se aleja en dirección opuesta. Pero se ve que no se queda contenta ya que a los pocos pasos grita: “Vayaaaaa par de maricoooones”

Me giro como la niña del exorcista y pienso que hay muchos sustantivos para hundirla, pero no creo que sea lo que se merezca ella, bastante tiene con que su adicción haya marcado su vida. También pienso, no va mal encaminada,  maricón soy algo y que ya va siendo hora de que todo me resbale más. Mientras pensaba esto mi amigo le soltó: Mari, tienes toda la razón, vaya par de maricones estamos hechos…. ¡También es verdad!  Solté de forma rápida, como una exhalación.

Aun lo recuerdo y me río, un sentimiento muy diferente a cuando tenía yo 20 años. Era oír dicha palabra e inundarme el miedo a que me descubrieran y me ridiculizaran. No es que sufriera muchas vejaciones ni el tan manido “Bullying”,  pero el sustantivo lo oía una o dos veces a la semana. 


Desde ese día estoy haciendo una terapia de choque. Me pongo delante del espejo, desnudo y repito una y otra vez “Soy maricón, soy maricón, soy maricón….” A modo de mantra. Lo digo porque quiero que desaparezca todo el miedo y la vergüenza residual que pueda albergar en mi interior. Solo los que lo hemos pasado, esto es difícil que desaparezca.

Creo que por eso es necesario tener un día para las reivindicaciones de nuestros derechos y demostrar que el amor y la unión puede ser patrimonio de todos, no solo de unos pocos. La identidad sexual, que nos viene de serie, la vivimos libremente y con respeto, no dictaminada por una sociedad que tienen en sus bases los preceptos de religiones dogmáticas.