sábado, 28 de septiembre de 2019

THE WAY, 2ND SEASON



Esta mañana recibo en mis notificaciones de mis redes sociales que la diva Omara Portuondo hace su última gira, y un concierto de los elegidos será en Cartagena. Esta señora tiene 89 años, una artrosis como una red de tuberías de un edificio del siglo XIX y canta como los ángeles. Tiene una voz de abuela que canta bien, un vibrato precioso. La descubrí allá por el año 2011 junto a QA. Desde esa misma noche me rendí a sus pies. Me emocione nada más salir ella  cantando el bolero “Llanto de Luna”.


En una entrevista leo que ella se mantiene tan longeva y activa porque viaja de un sitio a otro. Tiene que parar pero no se siente mal. Que una señora de su edad diga esto es para reflexionarlo mucho.

Hace relativamente poco que vine de hacer el camino de Santiago. Esta vez el portugués, junto a 3 amigotes míos de Orihuela, mi pueblo y el tuyo. Fueron días de mucho caminar, hablar y beber cerveza hasta el mareo. En los pocos momentos que he disfrutado del camino en soledad, mi mente me decía: “cambia, cambio, cambia, cambio...” Era como un bolero de Omara.

La entrevista y el camino han asentado una sensación que se plantó en mi parcela privada hace mucho tiempo, que quiero que se haga efectiva. La sensación de que en otro sitio puedo estar mejor.

Me es muy difícil explicarlo bien. Primero, porque puedo parecer un enfermo mental que le da poder a una voz interna y porque ahora mismo soy afortunado. Mis necesidades más primarias las tengo cubiertas. Trabajo, poco dinero y salud. Estoy emancipado y como comida de tupper de madre. Tengo a todos mis amigos cerca, menos a una que la tengo a 8 horas en coche. Mis padres, mis hermanas y demás familia querida viven a tiro de piedra. En mi trabajo me veo realizado y disfruto mucho de mis actividades extra. Lo de la voz interna es mi forma de orar, mi manera de entablar diálogo con Dios.

Todo lo que antes anhelaba, ahora no me hace feliz del todo. Omara y su frase me tienen privado: “no sentirse mal”.  Pues eso, que aquí no me siento bien.

Voy a explayarme en los momentos que viví en mi viaje de 6 días, y que me hicieron reflexionar sobre esta cadena de sentimientos. Momentos ubicados en el sur de Galicia.

Hacer el camino con tres personas más no es lo más íntimo que puedas hacer, ya os aviso. Pero los momentos de soledad fueron muy intensos junto a ese verde que lo tapiza todo.

Empecé el mismo día que cumplía cuarenta y tres años, una señal muy potente. Esa jornada quería vivirla con un poco de soledad y alguna banda sonora para poder descifrar lo que ocurre a veces en mi cabeza, pero a mitad de mañana estaba con dos estrellas de Galicia en el cuerpo y un bocadillo de tortilla. ¡Todo lo contrario de lo que había ideado! Y lo agradecí momentos de risas en el típico almuerzo son muy buenas para la salud mental.

La vocecita que quería oir lo hizo a partir del tercer día, rodeado de pinos y eucaliptos, con unas cuestas de 70º y mi pie derecho abierto. El intenso olor a eucalipto y mi dolor de pie activaron a la señorita. Pero antes de hablar tenía que dejar de quejarme mentalmente: “si me dolía el pie era una consecuencia de andar, nada que discutir”. Y nada más interiorizar dicha frase hizo acto de presencia, junto a una brisa con olor a mar y una temperatura especial, muy del norte (a lo que yo no estoy acostumbrado). Mi voz interior me decía que en Murcia ya no. Que empiece a mover hilos, tirar de quien tenga que tirar, pero Murcia no. A lo lejos aparecía Pontevedra…

Os tengo que decir que me dio mucho vértigo dicha afirmación. Recuerdo que abrí en especial los ojos. Estaba un poco asustado y aliviado a la vez, como quien suelta algo que tiene sujeto y en secreto mucho tiempo. De repente, apareció el miedo junto con todo su armamento para dinamitar esta locura.

Cuando creía que todo había pasado y el supuesto orden mental estaba asentado, ella me recordaba que le diera mil vueltas, lo que quisiera, pero que aquí, no. Era como una batalla mental, o mejor, como un partido de tenis (que es menos bélica la comparación). Pero fue escuchar una frase y todo se descolocó: “aquí todo el mundo tiene su vida y tú no”. Ganó la voz.


Paseaba ahora por campos de cereales junto con bosques de castaños, la brisa marina era más fuerte y movía todas las ramas. La BSO de ese viaje fue toda la música de la naturaleza, el ruido de los arroyos, el mecer de las ramas y alguna que otra risotada mía, fruto de las cervezas que bebía y de la alegría de quien se pone una meta que sabe que, antes o después, se alcanza.

A falta de un día para llegar a Santiago, pregunté qué tenía que hacer exactamente para que la maquinaria del cambio empezara. Mi voz ahí calló. Lo intenté varias veces y, al final, me dijo que disfrutara de lo que estaba haciendo, que ya habría tiempo de trabajar.

Eso hice, disfrutar de cada paso junto a los puentes de piedra, de los palmetazos en la espalda que nos dábamos los integrantes del grupo, del pulpo, que lo cocinan de forma fabulosa y, por supuesto, de llegar a la plaza del Obradoiro. Un momento que queda en mi retina otra vez. Esta vez sin banda municipal, pero con la cara de satisfacción de los cuatro saber que ese momento era nuestro.

Aunque me veáis decidido a empezar, tengo miedo a muchas cosas, pero esta vez no voy a dejarme llevar por él. Si me equivoco pues nada, empezaré de nuevo otra vez.




miércoles, 10 de julio de 2019

SUMMER AFTERNOONS


Estas tardes de principios de verano, cuando no trabajo, ver películas y series hasta que el sol pierde fuerza, es una costumbre que tengo desde pequeño. Pasar la siesta en casa con una colchoneta en el suelo y ver la tele.

Recuerdo ver la peli “Princesas” de Fernando León. La trama gira en torno a dos chicas que ejercen la prostitución y poco más voy a contar, tendréis que verla. Toda la cinta está llena de frases que se pueden aplicar las personas que siempre estamos anhelando que la vida puede ser mejor.

Una de las frases va a ser el comienzo de una historia que le ocurrió a una amiga mía. Y hace años que no sé de ella.

 “Dicen que las princesas no tienen equilibrio, son tan sensibles que notan la rotación de la tierra. Dicen que son tan sensibles que enferman si están lejos de su reino, que hasta pueden morir de tristeza.” 

Pues esto que acabo de citar, en parte, la describiría a ella. Una chica con una sensibilidad tan notable que era muy fácil apreciar su fragilidad, aunque contrarrestaba con su firmeza para defender unos valores tan bien asentados como el Panteón de Agripa.

Pasó más de media vida al servicio de todo el mundo que la rodeaba para cuidar siempre que todo fuera agradable. No os podéis imaginar lo que cansa dicha decisión, ya que todos no se quedan contentos al cien por cien.

Siendo jovencita tuvo que ser intervenida de una grave operación de corazón, con la consecuencia de arrastrar una cardiopatía de por vida. El médico le dio esperanzas muy limitadas. Ella optó por vivir, no por pensar el tiempo que le quedaba, y eso me parece muy sabio.

Pasada la cuarentena, el amor hizo acto de presencia. De la forma más inesperada una compañera de trabajo le presentó a un chico muy simpático, que se interesó por ella de inmediato. Estar al servicio de todo el mundo hace que uno no se cuide a sí mismo. El resultado es que la desconfianza se apodera de ti y no crees que nada bueno de la vida te pueda ocurrir. Así que durante un tiempo la  desconfianza que tenía sobre ella se traspasó a la relación y decidió darla por zanjada por qué no lo veía claro, la de veces que oído eso yo.

Pero este mozalbete sabía que ella era su princesa e insistió hasta que cambio de opinión. Entonces empezó una de las historias más bonitas de amor que he visto en mi vida.

Un amor maduro lleno de sorpresas, viajes y mucha alegría. Hoy estaban en Madrid, mañana en París. Cenando en su casa a solas o paseando por Oporto al atardecer. Todo esto lo sé porque me fue contado a toro pasado, no sabíamos nada ni remotamente. Una relación en privado donde apenas se sabía nada y, la verdad, es lo más acertado que hizo.

Un día, que no recuerdo bien, ella y él se prometieron ante el altar ser marido y mujer con todo lo que conlleva. Lo hicieron casi en solitario, romántico a más no poder.

Los que me conocéis sabéis que cuando se dan estas noticias yo soy de ponerme ansioso hasta que tengo toda la información. Así que me dediqué en cuerpo y alma a propiciar una quedada para cenar. Quería conocer al marido, cotillearlo, ver fotos de su boda y todo eso que sabéis que me vuelven loco

Después de unos meses, por fin, un sábado quedamos a cenar en el centro de Murcia para hacer la presentación. Estaba deseando verla, porque hacia muchísimo que no sabía de ella y quería hacerle una radiografía, propia de la ciudad sanitaria Virgen de la Arrixaca, a su marido.

 Había reservado en un restaurante donde apenas se oye ruido en Murcia (rarísimo aquí) para poder oír todo bien lo que nos contaría.

19.00 horas más menos nos dice en un mensaje que apenas podía caminar, se encontraba muy fatigada, sintiéndolo mucho tenía que cancelar la cena. Vaya por Dios…

Yo me interesé por su cansancio, que no pasaba nada por cancelar, pero que debía de ir a algún centro sanitario, que su historial médico era para preocuparse un poco. Mis ganas por saber de la boda se transformaron en preocupación por ella. Me dijo que, en despertarse de la larga siesta que se estaba echando su marido, la acercaría
.
Era una pena porque todos teníamos muchas ganas de verlos, pero lo que prima, prima.
Fuimos a cenar todos, creo recordar que fue en un buffet de esos que hay mil tipos de pasta y pizzas. En ese momento mi figura me la traía al pairo y zampaba de lo lindo, así que era cliente “non grato” para los buffets.


Miércoles de la semana siguiente. Nos llega un mensaje de Whatssapp:
“(….) murió el sábado por la noche, ayer lo enterré, rezad por él y debéis de entender que lo hiciera apenas sin nadie, quería despedirme de él así”

Aun me sigo quedando impactado al recordarlo. Noticias así son muy difíciles de asumir.
Al tiempo nos contó cómo fue. Después de hablar con nosotros se tumbó en el sofá, pasaron 40 minutos y le resultó extraño que su pareja no se hubiera despertado de la siesta. Fue a la habitación a despertarlo y al ver que no reaccionaba ni con su voz ni con los toques de su mano, vio lo que menos se podía pensar. Él yacía de costado sin vida y su realidad tuvo una visión difusa de repente.


Esta historia me acompaña mucho -junto con tu voz de bajos decibelios y tu cariño para hablarme. Es hablar de ti y acordarme de él (aunque no lo conociera). En vuestra boda hicisteis delante de Dios el pacto de “Hasta que la muerte os separe”, pero hay sentimientos que traspasan el espacio-tiempo y él está esperando para que podáis seguir hasta la eternidad.

La princesa obtuvo algo que muchos no conocemos ni de lejos, un amor Mayúsculo, recíproco y bonito, aunque no haya durado mucho tiempo.

Hace un tiempo entró a mi óptica una señora que me dijo que no se ponía las gafas porque la realidad era muy impactante desde que su marido falleció. Una frase que me pareció poética y preciosa para ponerla en esta entrada, pero después de narrar lo de mi amiga debo rebatirla y ponerla al final. Nada como vivir la realidad que nos toca, tanto como si son historias de amor o no.

Desde mi rincón de escribir te digo que eres una afortunada, pero de las grandes. El final fue trágico, pero ¿lo que viviste no fue precioso?





viernes, 10 de mayo de 2019

WHY NOT, DARLING


Acabo de terminar de comer y vengo paseando al trabajo, a paso ligero. Mi instinto de mirón no me lo quita nadie, vengo observando el gentío que suele haber en Murcia un sábado al mediodía.

Hoy especialmente es más concurrido porque hay un festival de música. Mi ciudad de adopción está plagada de modernos y pseudo modernos. La camisa hawaiana junto con el pantalón vaquero de tiro alto, gafas de sol imposibles y las Birkensotck (sandalias que adoro y que no puedo costearme) es el uniforme que veo junto más outfits sacados de un catálogo de E-comerce de una multinacional de ropa económica.

La juventud es osada y repetitiva. Un selecto grupo se atreve a probar algo nuevo y el resto copia. Imitar lo que ves es un acto reflejo de personas que no tienen claro que hacer, donde pertenecer. Yo fui uno de esos. Hacía, repetía y adoptaba formas, costumbres y vicios que no eran parte de mí. Pero he de reconocer que a raíz de todo eso, me hicieron ser yo mismo.

Me gustaría hablar de un coqueteo, de unos años, que tuve con una sustancia colombiana (aunque ahora dicen que viene de Venezuela). Durante unos pocos años fue el aderezo a mis fiestas de fin de semana. Ahora me pregunto muchas veces porque me deje llevar, porque me era imposible salir sin ese condimento, mi respuesta es muy clara: Por Amor.

Amor…más bien desamor, desamor conmigo mismo. No estaba agusto con nada de lo que rodeaba, ni siquiera estilísticamente. Cuando empezaba el ritual todo cambiaba y disfrutaba, aunque fuera de forma ficticia.

Tengo una anécdota no muy elegante pero creo que debo contarla.

Sábado por la noche de un caluroso verano en Santa Pola, el nombre de la discoteca ni me acuerdo. Pero estaba súper concurrida. Lo que más recuerdo era que estaba lleno de chicos muy guapos.
Pero a lo que iba, entramos un grupo de amigos y lo primero que hicimos fue investigar donde estaba el boticario que nos facilitaría “eso”. Lo localizamos de una forma rápida y efectiva.

He de decir que yo no estaba muy católico, tenía un cuerpo más bien pre constipado.
Mi ansia por animarme me hizo ponerme yo el primero y me fui al baño derecho. Allí me encontré con  una cola de mucho cuidado había,  25 personas por lo menos. Diría que estuve 10 minutos esperando.

¡Por fin me toco!

Al introducirme en el minúsculo excusado y cerrar la puerta, vi que no tenía pestillo, Mal presagio. No era de mi gusto que nadie me viera hacer nada delictivo.

 Dicha composición se esnifa por la nariz, para sea más rápido su efecto de alegría y buen rollo. Allí estaba yo, con mi pandero haciendo palanca para que nadie abra la puerta y me vea medicarme.

La alegría y el buen rollo no hicieron acto de presencia, pero si un retortijón de mucho cuidado. Era como si mi tripa fuera una lavadora y estaba a punto de empezar el programa desagüe.

Como pude me bajé los pantalones y poner una de las posiciones más extrañas para hacer tan digna necesidad. Con una pierna en la puerta y otra para guardar el equilibrio, mi cuerpo defecaba como si no hubiera un mañana. Estuve dos minutos así.

En esos eternos dos minutos me vinieron muchas cosas a la cabeza, la más repetitiva fue que por que tenía que haber hecho eso. Qué necesidad de tener que recurrir a algo tan químico para hacer algo tan natural como estar alegre.

Cuando termino de evacuar, con la mano busco donde está el papel higiénico, como a manotazos. En  la pared derecha no encuentro nada y eso que toco toda la pared a palpón. Acto seguido con la izquierda…¡¡¡Ahí tampoco hay nada!!!

No me puedo creer que no haya papel en ese maldito excusado, era relativamente pronto como para que algún cafre lo haya quitado. Esto no podía pasarme a mí.

¿Acaso no era bastante  ese cólico explosivo e impredecible?

Me pongo a pensar como me higienizo, entonces pienso, que las tarjetas de visita que tenía en la cartera podrían ser una opción válida. Fueron efectivas, dolorosas y no voy a contaros como las utilicé.

Terminé de la forma más digna posible dicha proeza. Salgo del baño como si nada hubiera ocurrido, con esa flema mía. Al cerrar la puerta veo que casi todos los allí estaban se giran hacia mí, con unas caras de desaprobación total. Me di cuenta de que el olor me delató. Bajé la cabeza y salí de aquel infierno en busca de mis amigos.

Nada más llegar les tiré las sustancias a todos ellos y dije que me marchaba de forma inmediata. Intentaron convencerme, pero yo, amante de los cotilleos y del salseo, ví que el suceso del baño iría de boca en boca por toda la macro discoteca, era cuestión de minutos que alguno me localizara con la mirada y de forma inmediata seria el cagón oficial de dicho local. Eso no podía ocurrir. No sabría  quien querría ser en mi vida, pero el cagón de discoteca no.

Este suceso fue el desencadenante de que mi coqueteo colombiano-venezolano tuviera  el cese definitivo. Se me rompió el amor de sopetón.

Por desamor he hecho muchas cosas donde no he estado acertado que digamos, pero este desamor me vino muy bien y a mi frágil economía.

Dicha sustancia me servía para alargar noches, estados ebrios y bailes que no eran necesarios. También la realidad era distorsionada, pensaba que las noches eran divertidas y locas cuando en realidad eran constantes viajes al WC.

Hace ya mucho tiempo de esto, pero la reflexión la tengo muy presente: “Si algo no te hace bien déjalo, Aunque creas que sí”.






jueves, 28 de marzo de 2019

ALL ABOUT MY GREAT-GRANDMOTHER



Hace unos días estuve en Barcelona para celebrar que mi tío Manolo cumplía 90 años, con lo que conlleva eso. Una celebración bastante divertida donde discutimos mucho y comimos más.
Si alguien quiere saber el secreto de la longevidad, tras observar durante años a mí tío Manolo, yo apostaría que se trata de algo tan sencillo como tener inquietudes, aprender de todo lo que ofrece la vida y tomar infusiones de tomillo en ayunas.


Hablando de mi familia no puedo obviar los orígenes. Empezaré con mis bisabuelos paternos por parte de Abuelo. Os preguntareis el porqué de dicha selección, pues porque toda la ironía, las ganas de bailar, la guasoneria y el optimismo radican ahí. Eso y la innata forma de ayudar a quien te lo pida.


La Ma Pepa y el Pa Ramón.


 Estos señores  nacieron en la ilustre Orihuela a mediados del siglo XIX, se casaron y se fueron a vivir y trabajar a una Finca en una pedanía, que hacía poco tiempo que tenía iglesia. Allí se instalaron en una barraca con techo de paja, comúnmente se le llamaba Barraca de mantos.

Ramón era muy piadoso, de rezar todo el día. El recitar tantos salmos y plegarias cada media hora le impedía cumplir con los trabajos duros de la huerta. No puedo olvidar que tenía especial talento para la guitarra.


Este post va a girar sobre ella,  Pepa. Porque la anécdota que os voy a relatar tiene el sello de las personas buenas, independientemente de cómo se comporten.
Pues ella era una luchadora. Tenía el súper poder de  levantarse al alba para ponerse a trabajar. Mantener limpia su casa, cuidar los animales y vender conejos en el mercado eran sus cometidos diarios.


Al final del día, para sobrellevar su carga, bebía algún que otro vaso de vino. Cuando las penas y el dolor de rodillas se disipaba, se  arrancaba con un: ¡¡¡Ramón, tiémplame una malagueña!!!  Para arrancarse a bailar como la bella Otero, despeinada y ebria de alegría.

Eran unos bisabuelos peculiares.

La anécdota es la siguiente. Que tiene un toque de leyenda, también os digo

Desamparados, 1938 más menos. La guerra civil no tiene visos de acabar, de hecho es cuando más descarnada estaba. Toda la comarca era pasto de caos y de miedo, miedo por ser señalado tanto por pertenecer a un bando como de otro. Nadie hacia  vida vecinal por temor a ser llevado en un carro y no volver nunca más.
Pues Pepa estaba cocinando unas “Pelotas”, cantando alguna copla, cuando se da cuenta que en el bancal que tenía detrás había un hombre alto, moreno, muy delgado. Estaba con un palo y un cuchillo. Hacia como que jugaba con dichos instrumentos. Llama a Ramón, a gritos, para decirle que llamara a la criaturica, que se viniera a comer con ellos,  Ella tenía por costumbre dar un plato de comida y un cigarro a todo el que pasaba por su casa a pedírselo.

“Cuántas cosas malas se ven en esta guerra Ramón, cuantas cosas malas” Pepa le susurra al oído de Ramón.

No solo se quedó a comer, ya que se instaló en altillo de la barraca, ya que prácticamente todos los hijos vivían fuera. Así, como de repente, tuvieron otro hijo, más crecido y que apenas hablaba.


El inquilino se marchaba al alba con un pedazo de pan con un trozo de fiambre que Pepa le había preparado la noche antes. Volvía por la tarde, a la cena. La verdad es que ninguno de los dos se preguntaba dónde se marchaba ni qué hacía a esas horas fuera, pero volvía con cara de miedo atroz y con muchas peonzas, que intuían que fabricaba.


“Angelico, que le habrá paso Ramón a esta criatura para que no diga ni mu y tenga esta cara de susto todo el día” reflexionaba Pepa en la cama con su marido.


Pasaron cerca de  8 meses cuando un día desapareció, nunca más volvió. No es que nadie se acordara, pero coincidió con el fin de la guerra y dicha alegría inundó a todo el barrio. La verdad es que no se acordaron mucho, pero intuyo que Pepa pensaría que habría vuelto al sitio de donde vino.


La vida empezó a transcurrir con otra normalidad, se impusieron otras normas de conducta, más acordes con la moral de los vencedores. Pero mis bisabuelos seguían pasándoselo pipa, él con la guitarra y ella danzando y bebiendo. Eras personas que no tenían nada que demostrar y si los conocían por ser alegres, pues lo harían sin ningún control.


Al cabo de un tiempo, durante una de las tardes de vino y risas, un coche aparcó delante de la barraca

Tremendo susto se darían.


De dicho coche bajó un obispo, con toda su indumentaria correspondiente. Una autoridad de la Iglesia.

Pepa era muy rápida y dispuesta como ella sola. Y, enseguida, reconoció a su criaturica. El hombre desnutrido que hacía peonzas se encontraba delante de ella vestido con sotana y su solideo de color púrpura.


“Cualquiera le conoce…. ¿cómo debo hablarle?”, titubeo ella. Su eminencia le dio un abrazo muy fuerte, emocionado, y estuvieron mucho tiempo sin poder hablar.


Después de secarse las lágrimas, el señor obispo le dijo a Pepa:
“Si estoy aquí es por ti Ma Pepa. Estoy vivo gracias a que me acogiste y me trataste como a un hijo. Volví a creer en la divinidad de la humanidad por usted. Pero lo mejor es que aprendí a perdonar y amar viéndola día a día,  tratando a todos con cariño. Ayuda a quien pasa por su humilde casa sin importarle de dónde venga. Es un ejemplo de que Dios vive  en cada uno de nosotros, aunque usted no lo sepa”.

Imaginaros cómo se quedaría ella.


Dicen que cuando murió, a su entierro vino muchísima gente, tanto de un bando  como de otro, solo para darle el último adiós y agradecerle el hambre que sofocó en aquellos trágicos años.

Pues esta maravillosa historia tiene este final tan bonito. Me siento orgulloso escribiéndola. Cada vez que voy al cementerio y veo su lápida sin fotografía, pienso en ella. Estaría orgullosa de su extensa y variopinta familia.  

Y ahora que acabo de terminar este texto, me voy a bailar una malagueña.


Va por ti Ma Pepa










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miércoles, 23 de enero de 2019

DIA FELIZ




Acabo de sentarme en el sofá, después de un fin de semana muy intenso. Empecé con una misa funeral, el viernes por la mañana, que está grabado en mi memoria para siempre, y termino el domingo por la tarde en casa meditando y sopesando muchas ideas que van y vienen, la dispersión mental tiene eso. La forma de terminar los fines de semana empieza a ser siempre así y desde que soy consciente de que pasarlo solo no es tan malo, los disfruto bastante.

Os contaré lo que pasó por mi cabeza en el funeral de mi amigo Antonio, durante la hora y diez minutos de preciosa ceremonia.

Debo decir quien es Antonio López Baeza, esta vez pongo nombre y apellidos. La mirada con más vida que he visto jamás. Un sacerdote amigo de quien quisiera serlo. Tenía la cura milagrosa para cualquier problema, el amor era su medicina. Tenemos la grandísima suerte de poder leer mucho de su pensamiento, era escritor y se pueden comprar de forma fácil cualquier libro suyo. Como decía, prescribía amor y la vida su mayor alegría. Compartí con él muchas conversaciones, mas por teléfono que en persona. Siempre me decía que amara siempre, que no dejara de amar sin buscar recompensa y que mi sonrisa era como un faro de positividad (yo siempre me he visto una boca buzón).

 Viendo los tiempos convulsos en los que vivimos, su mensaje es muy aplicable. Amar y sonreír a destajo. El funeral termino con una de sus últimas reflexiones, que repetiré mucho de aquí en adelante. Dicha Reflexión es: Día feliz.

Voy a hacer hincapié en los tiempos revueltos,  veo que las uniones entre semejantes de un tiempo hacia acá no son por amor, sino por Odio y miedo. Cierta nueva (antigua) política cree que en diferenciarnos, ya sea con muros o con sentimientos nacionales son la solución a los problemas socio ambientales que nos rodean. Observo con estupor gente con formación académica (siempre he tenido en alta estima a este sector) como dicen: esta vez debo votar a cual y no sé como por que la situación debe cambiar ¿Cambiar a qué?

No  voy a hacer apología de ninguna ideología, pero los salvadores de la humanidad nunca pueden ser excluyentes. Y hablar de números en vez de personas, dice mucho de su catadura moral.

Tengo una anécdota mágica que guardo de mi Añorado Camino de Santiago. Que bien podría resumir cual es la forma de ver la solución a muchos de nuestros, inventados, problemas. Esta anécdota tiene mucho del Amor que tanto prescribía mi querido Tocayo Antonio.

Una cosa es sabida del camino, es que la conexión entre semejantes es muy fácil y las sensibilidad esta a flor de piel.

Caminando con QA, discutiendo y conversando, con ganas de dos cervezas en el cuerpo. Íbamos riendo y manoteando como hijos de la Vega baja que somos. De repente hago parar a Eladio para que entráramos en un bar muy bonito en medio de un paraje maravilloso ( Todo el camino tiene unos paisajes de ensueño) y que acaba de entrar un alemán cuarentón guapo a rabiar. Debíamos parar allí mismo.

Era espectacular la ubicación, unas vistas a unos prados de cereales verdes junto con bosques de nogales. El olor a hierba era penetrante y a dos mesas de la nuestra estaba el alemán, que era más heterosexual que mis Padres. Pero la vista me la alegraba. Día feliz

Las cervezas entraban como el agua y el bocadillo de queso, anchoas y tomate ni te cuento. En eso estábamos cuando una señora, que siempre veíamos a primera hora al salir del albergue, se nos acerca. En un español italiano nos dice que si se puede sentar con nosotros. Accedemos de forma inmediata, dice que le parecemos muy simpáticos... Yo tengo que decir que me horroriza que entren a hablarme con esa dichosa frasecita, los pelos de la nuca se me erizan como cuando a un gato le enseñas una palangana de agua.

Pero mi intuición se equivocó de forma estrepitosa. Ella se veía en la necesidad de sentarse con nosotros para hablar y comentarnos que hacia un rato le habían dado la noticia, la enfermedad de su hijo era al final más grave de lo que pensaba. Ante dicha declaración optamos por escuchar, solo escuchar.

Y aquí llega la magia. Nos pidió si podía abrazarnos. Que sentía que tenía que hacerlo, sin más nos fundimos en un abrazo. Primero QA con ella y luego yo.

Mi abrazo fue de unos minutos intensos donde sentí mil sensaciones. La compasión se mezcló con la ternura y la esperanza que le intente transmitir. No nos conocíamos de nada y en esos minutos tuvimos una conexión ancestral, era como si fuéramos compañeros de vida.

El medicamento preferido de mi querido Antonio era lo que necesitaba. El amor se manifestó y por unos instantes fue palpable. Día Feliz

Encontrar semejanza y sentirse unidos. No ver enemigo a, quien desde otra forma de vida, pase por nuestro lado. Nuestra gran familia  de seres humanos debe tener la suma como principal bastión. Acabar con las barreras a base de abrazos y miradas. Terminar este ciclo nuevo de miedo con el poder de una sonrisa.

Gracias Antonio por tanto amor que recetaste.

Día feliz