viernes, 27 de marzo de 2020

TIME WILL NOT WAIT FOR YOU


Llevas años enredada en mis manos, en mi pelo… Así empieza la canción de Coque Malla que, de alguna manera, suena en mi casa, como parte de una banda sonora de estar encerrado. Pero no la pongo por nada en especial. Ni tengo pelo ni tengo chica a la que añorar.
Me gusta escuchar música de amor doloroso, de tristeza… Este confinamiento te hace pensar mucho. Estar un poco solo te lo hace aún más. Pero no quiero parecer un personaje de finales del siglo XIX porque no soy así, aunque me deje llevar por la melancolía, es pura estética.
Yo soy muy de tener los pies en el suelo. El pragmatismo se instauró hace mucho tiempo en mi forma de actuar. No me dejo llevar por euforias ni sueños que no sirven de nada. Solo me dejo llevar por lo que veo y toco…

Os voy a relatar el día a día de un soltero maniático que vive en 50 metros cuadrados, sin filtros de Instagram ni cosas por el estilo. No sé si servirá de algo, pero por lo menos me desahogo.

Me suelo despertar a las 7:30 h. porque me suena el despertador, que siempre se me olvida desconectar, o sea que me levanto con una cadena de maldiciones tremenda. Acto seguido digo las palabras mágicas: “Alexa reproduce David Bowie”, el artista es aleatorio y hoy toca este. Alexa me contesta que si quiero suscribirme a Amazon music, yo le contesto como si fuera Senyor, de la serie Years and Years. Alexa es un aparato sin conciencia, y solo quiere que gaste dinero en subscripciones. Entonces, conecto la música desde el móvil, esperando a que el dichoso altavoz con voz femenina diga que el bluetooth está conectado. Todo esto lo hago siguiendo la misma cadena de maldiciones.

El desayuno es siempre el mismo: un zumo de limón en ayunas. Tengo la esperanza de que el limón licue todas las grasas que voy a ingerir a lo largo del día, que serán muchas. Preparo el café y las tostadas con tomate y lomo. Me lo zampo con ansiedad, ya que me levanto con un hambre voraz. Dicho sentimiento lo tengo todo el día, y es mi lucha diaria.

 Hace tiempo que descargué una aplicación de hacer ejercicio y por fin dejó de ser un  elemento decorativo en la pantalla de mi teléfono móvil. Cada mañana hago una tabla de ejercicios… No  puedo mentiros, ahora que estoy siendo sincero: en la tabla hay 9 y hago 4. Los 5 que me salto, o no son beneficiosos para mis rodillas o hacen que mis vecinos den golpes con la escoba. También os digo que esos 4 ejercicios me hacen tener unas agujetas propias de una noche de amor intenso, dolor de después.

Con esa satisfacción de creer que he venido del gym, me tumbo en el sofá a jugar a los mil y un Candy Crush que tengo en el móvil, mientras escucho a Ana Rosa, María Casado y Susana Griso (¡no entiendo cómo hay gente que se llama Susana! ¡Qué nombre mas feo!). La verdad es que cambio de canal porque me producen varias sensaciones estas señoras carroñeras. Pongo DKISS, ya que nos ponemos en modo miserias, ver mi vida con 300 kilos tiene la dosis justa, y encima mitiga mi hambre hasta la hora de comer. Cuando llega esa hora  caliento un tupper. ¡Así de sencillo! ¡Cómo me gustaría contaros recetas de cómo se hacen los aguacates con quinoa envueltos con hojas de loto pekinesas sin covid-19…! Pero no, no sé cocinar y no me gusta. Tiro de tupper de la mia mamma, que por cierto me quedan 3.

La siesta es tan necesaria como el ejercicio, pero aquí no me salto ningún paso. Hora y media, religiosamente hecha. Soy de acostarme en la cama.  Me levanto muy aturdido, pero con claridad mental para ir derecho al armario a sacar unos jeans de la talla 31 americana. Es mi medidor de gordura y desparramamiento. Soy consciente de que los cuatro ejercicios no van a mantener a raya el abdomen. Siempre es un drama ponerte algo que tienes dudas de que te esté perfecto, pero ahora me concedo algunas licencias: si me sube la cremallera, me conformo.  Hasta el día de hoy me vienen, y puedo meter el dedo índice y anular en el costado de la cintura. Momento de felicidad en el que tengo que abrirme una cerveza y bailar éxitos de cuando era adicto a todo lo poli.

Hora de las videollamadas. Antes de comenzar intento ponerme cerca de una lámpara que no me dé la luz directa y pellizcarme mucho los mofletes, para simular un color que no es el mío. Si estoy tumbado (posición errónea para que te vean),  me coloco lo que pille a mano a la línea de la barbilla: la cara torta boba hay que disimularla sí o sí. Todo para que se me vea bien, natural.

Hay que dar las gracias a toda la tecnología por ayudarnos a sobrellevar esto. Estar conectados y poder vernos. Imaginaos esto en 1994. No había móviles, ni tablets,  ni cosas por el estilo. Había televisión, una por casa, teléfono analógico y varias radios. Acordaros de que por aquel año no paraba de sonar la canción de Wighfield Saturday Night (comúnmente conocida por Pili Ganará). Me han entrado escalofríos y una sensación de miedo tremendo.

¡Por fin llega la cena! Intento hacerme el Healty y me hago un  hervido con algo de pescado a la plancha… Pero mientras me lo preparo puede caer una lata de anchoas, una cucharada sopera de paté vegano (este dato despista y da para otro post ya que engordar, engorda)… Y, cuando me sacio, me voy derecho a la cama. Por norma general salía a caminar, ¡pero ahora no me da la gana! Cama, y ver series acostado.
Este sería un día cualquiera de un soltero que vive solo en su apartamento, que teme el contagio del Covid-19 y engordar a partes iguales, que puede estar todo el día haciendo cosas o no hacer absolutamente nada. Esa manía de llenar el día con actividades y colgarlas, en varias perfiles en redes sociales, me da entre risa y pereza.

El día da para mucho o para nada. Desde que empezó todo esto, me he propuesto disfrutar de la manera que pueda de todo lo que estoy viviendo, ya sea escribiendo, disfrutando de mí mismo,  escuchar música y aburrirme. No creo que debamos tener una hoja de actividades para ocupar el día… Si te aburres, ¡abúrrete! Mi consejo es ese.

Os quiero mucho a los que os quiero y a los que no, pues no os quiero.

PD: No lo cito en mi timeline personal pero el piso lo tengo limpísimo y ordenado.