Estas tardes de principios de verano, cuando no trabajo, ver
películas y series hasta que el sol pierde fuerza, es una costumbre que tengo
desde pequeño. Pasar la siesta en casa con una colchoneta en el suelo y ver la
tele.
Recuerdo ver la peli “Princesas” de Fernando León. La trama
gira en torno a dos chicas que ejercen la prostitución y poco más voy a contar,
tendréis que verla. Toda la cinta está llena de frases que se pueden aplicar
las personas que siempre estamos anhelando que la vida puede ser mejor.
Una de las frases va a ser el comienzo de una historia que
le ocurrió a una amiga mía. Y hace años que no sé de ella.
“Dicen que
las princesas no
tienen equilibrio,
son tan sensibles que
notan la rotación de la tierra.
Dicen que son tan sensibles que
enferman si están lejos de su reino, que
hasta pueden morir de tristeza.”
Pues esto que acabo de citar, en parte, la describiría a
ella. Una chica con una sensibilidad tan notable que era muy fácil apreciar su
fragilidad, aunque contrarrestaba con su firmeza para defender unos valores tan
bien asentados como el Panteón de Agripa.
Pasó más de media vida al servicio de todo el mundo que la
rodeaba para cuidar siempre que todo fuera agradable. No os podéis imaginar lo
que cansa dicha decisión, ya que todos no se quedan contentos al cien por cien.
Siendo jovencita tuvo que ser intervenida de una grave
operación de corazón, con la consecuencia de arrastrar una cardiopatía de por
vida. El médico le dio esperanzas muy limitadas. Ella optó por vivir, no por
pensar el tiempo que le quedaba, y eso me parece muy sabio.
Pasada la cuarentena, el amor hizo acto de presencia. De la
forma más inesperada una compañera de trabajo le presentó a un chico muy
simpático, que se interesó por ella de inmediato. Estar al servicio de todo el
mundo hace que uno no se cuide a sí mismo. El resultado es que la desconfianza
se apodera de ti y no crees que nada bueno de la vida te pueda ocurrir.
Así que durante un tiempo la
desconfianza que tenía sobre ella se traspasó a la relación y decidió darla por zanjada por qué no lo veía claro,
la de veces que oído eso yo.
Pero este mozalbete sabía que ella era su princesa e
insistió hasta que cambio de opinión. Entonces empezó una de las historias más
bonitas de amor que he visto en mi vida.
Un amor maduro lleno de sorpresas, viajes y mucha alegría.
Hoy estaban en Madrid, mañana en París. Cenando en su casa a solas o paseando
por Oporto al atardecer. Todo esto lo sé porque me fue contado a toro pasado,
no sabíamos nada ni remotamente. Una relación en privado donde apenas se sabía
nada y, la verdad, es lo más acertado que hizo.
Un día, que no recuerdo bien, ella y él se prometieron ante
el altar ser marido y mujer con todo lo que conlleva. Lo hicieron casi en
solitario, romántico a más no poder.
Los que me conocéis sabéis que cuando se dan estas noticias
yo soy de ponerme ansioso hasta que tengo toda la información. Así que me
dediqué en cuerpo y alma a propiciar una quedada para cenar. Quería conocer al
marido, cotillearlo, ver fotos de su boda y todo eso que sabéis que me vuelven loco
Después de unos meses, por fin, un sábado quedamos a cenar
en el centro de Murcia para hacer la presentación. Estaba deseando verla,
porque hacia muchísimo que no sabía de ella y quería hacerle una radiografía,
propia de la ciudad sanitaria Virgen de la Arrixaca, a su marido.
Había
reservado en un restaurante donde apenas se oye ruido en Murcia (rarísimo aquí)
para poder oír todo bien lo que nos contaría.
19.00 horas más menos nos dice en un mensaje que apenas
podía caminar, se encontraba muy fatigada, sintiéndolo mucho tenía que cancelar
la cena. Vaya por Dios…
Yo me interesé por su cansancio, que no pasaba nada por
cancelar, pero que debía de ir a algún centro sanitario, que su historial médico
era para preocuparse un poco. Mis ganas por saber de la boda se transformaron
en preocupación por ella. Me dijo que, en despertarse de la larga siesta que se estaba echando su
marido, la acercaría
.
Era una pena porque todos teníamos muchas ganas de verlos,
pero lo que prima, prima.
Fuimos a cenar todos, creo recordar que fue en un buffet de
esos que hay mil tipos de pasta y pizzas. En ese momento mi figura me la traía
al pairo y zampaba de lo lindo, así que era cliente “non grato” para los
buffets.
Miércoles de la semana siguiente. Nos llega un mensaje de
Whatssapp:
“(….) murió el sábado por la noche, ayer lo enterré,
rezad por él y debéis de entender que lo hiciera apenas sin nadie, quería
despedirme de él así”
Aun me sigo quedando impactado al recordarlo. Noticias así
son muy difíciles de asumir.
Al tiempo nos contó cómo fue. Después de hablar con nosotros
se tumbó en el sofá, pasaron 40 minutos y le resultó extraño que su pareja no
se hubiera despertado de la siesta. Fue a la habitación a despertarlo y al ver
que no reaccionaba ni con su voz ni con los toques de su mano, vio lo que menos
se podía pensar. Él yacía de costado sin vida y su realidad tuvo una visión difusa
de repente.
Esta historia me acompaña mucho -junto con tu voz de bajos
decibelios y tu cariño para hablarme. Es hablar de ti y acordarme de él (aunque
no lo conociera). En vuestra boda hicisteis delante de Dios el pacto de “Hasta
que la muerte os separe”, pero hay sentimientos que traspasan el espacio-tiempo
y él está esperando para que podáis seguir hasta la eternidad.
La princesa obtuvo algo que muchos no conocemos ni de lejos,
un amor Mayúsculo, recíproco y bonito, aunque no haya durado mucho tiempo.
Hace un tiempo entró a mi óptica una señora que me dijo que
no se ponía las gafas porque la realidad era muy impactante desde que su marido
falleció. Una frase que me pareció poética y preciosa para ponerla en esta
entrada, pero después de narrar lo de mi amiga debo rebatirla y ponerla al
final. Nada como vivir
la realidad que nos toca, tanto como si son historias de amor o no.
Desde mi rincón de escribir te digo que eres una afortunada,
pero de las grandes. El final fue trágico, pero ¿lo que viviste no fue
precioso?