martes, 21 de enero de 2020

NOTHING AND ALWAYS

“Nada es para siempre” suena a mucho drama, y del épico. Pero es así como he dado la bienvenida a esta década, aunque nos digan que empieza en el 2021. Es una frase tipo “sobre de azúcar”, y no paro de darle vueltas a ello.

¡Podría hablar de tanto con esta frase… y no tengo ganas! Porque entonces escribiría un libro estilo Paulo Coelho y sería como decapitarme a mí mismo.

Interesante sería poder escribir sobre el mundo “Relaciones Sociales y Amistosas”. Relaciones tipo “amigos forever”, “amigos te veo para un café y ya te llamaré en dos meses”, “amigos intensos, pero de duración corta y amigos más superficiales, pero que los tienes siempre”, “amigos de la infancia que se quedan en eso”, “amigos que les viene grande el sustantivo”, “amigos que son familia”, “amigos del trabajo” y “amigos que dan trabajo”. Podría seguir y seguir, pero voy a parar, ya que intentaré poder hacer mi reflexión sin citar más.

Durante este año ha habido mucho movimiento en mi agenda amistosa. Un movimiento necesario y, por una vez, decidido por mí. También se ha hecho porque el camino me lo han enseñado, cual GPS.

En el terreno “amistad”, mi vida sí que ha sido un éxito. Suelo caer bien y encajo en cualquier ambiente. Es una peculiaridad que he tenido siempre. Puedo estar bailando como Dolores Vargas una madrugada, borracho perdido y, a la tarde siguiente, estar tomando el té con varias señoras de abrigo de visón de 30 años con olor a naftalina… Y me divierto, que conste.

Esta idiosincrasia mía ha hecho que mi lista de contactos sea muy diversa y enriquecedora. No diría que prefiero un sector al otro, intento ver lo positivo que tienen todos. Esto debe ser siempre así. Cuando ya empiezo a ver cosas que me pesan, que intento ocultar, es cuando me replanteo si verdaderamente existe el sentimiento de amistad.

En muchas ocasiones tenemos idealizada una relación amistosa por lo que fue años atrás, por ejemplo. Se estira dicha relación, como un coletero, y solo queda que se rompa. Ese momento sí que es trágico, ya no porque se rompa, sino por en qué dirección irá a estamparse dicha goma.

Después de todo, la vida sigue igual. Estamos para acompañar o ser acompañados en este largo camino. Todas las relaciones antes citadas cumplen su función. A veces, unos instantes, otras, meses, y otras, años. Lo ideal es que cuando llegue la partida no sea ni dolorosa ni decepcionante.

Ese es el tema jugoso, el momento que ves que no sientes vínculo hacia el que era tu amigo de tiempo atrás. No es que una mañana te levantes y te vayas a tu agenda a tachar nombres en función de conveniencia, no. Es más bien que te das cuenta de que los tiempos de verse se alargan, y lo agradeces. Que lo que antes te hacía reír, ahora ni te da por rascarte la cabeza, y que no tienes nada que os una. Esperas cualquier suceso, por nimio que sea, para echar a correr. A veces suele ocurrir que la miseria y el orgullo se apoderan de uno o de otro, a veces de los dos, y nos vestimos con el traje de la dignidad, nos cargamos de razones para enconarnos en un sentimiento destructivo. Con lo sencillo que es entender que “Nada es para siempre”.

A veces con dolor y otras sin él, las rupturas se suceden con frecuencia. No estaría de más hacer un poquito de autocrítica, no cargarse de tragedias y empezar a cantar con movimiento de cadera aflamencada:

“Y ahora yaaaa, mi mundo es otrooooo…”