Esta historia que os voy a contar empezó hace un año, aproximadamente.
Todo comenzó en una barbacoa de domingo, una celebración de un cumpleaños con mucho alcohol, que dio lugar a una boda preciosa con océanos de amor, grupos de whatssapps, vuelos charter a Colombia y post-boda con resaca enorme.
Este relato consta de tres partes y creo que me va a salir un poco largo.
PARTE ONE
Para poneros en contexto, no soporto las reuniones en donde las brasas son el centro, en las que su aroma, la carne con huesos, el sol y sombra. Pero sobre todo odio cuando me invitan y me preguntan si quiero cordero o cerdo, sabiendo que soy casi vegetariano, entonces, cuando llego a dicho evento, solo puedo comer patatas fritas, olivas rellenas de anchoas y el postre, mi humor se turbia siempre en este tipo de reuniones
Al llegar a la barbacoa, intento hacer un escaneo rápido de quien está, con quién me apetece estar y a quién quiero evitar, y veo en la lejanía al marido de mi prima, a quien me arrimo, pues él es muy de comprar en el gourmet y seguro que lo que trae va a estar muy bueno. Saca una lata de mejillones de esas redondas, un envase con esa forma es sinónimo de caro y bueno, a mí, con el primer adjetivo ya me basta. Al ver que somos casi 20 personas, pienso que, seguramente, la lata va a volar, eso me aterra, así que convenzo a mi primo de que esa lata es solamente para los dos, que nadie como nosotros para saborear y apreciar dicho manjar. Y así fue como nadie probó los mejillones.
Pero a lo que voy, el cumpleaños-barbacoa es de María, una señorita que es señora ahora mismo y amiga de corazón.
Antes de nada, en ese cumpleaños bebí bastante, y el alcohol, aparte de desinhibirme, me transforma en una especie de ser humano desanchado y fresco a más no poder, con lo que a la hora del café yo ya estoy en todo lo alto, haciendo speeches y criticando lo que no me gusta, pero a la espalda, que no soy yo fan del sincericidio. A todo esto, María nos manda callar con un grito de profesora de la FP, acto seguido va a coger de la mano a Nico, su novio, del que no he dicho que era el que estaba pringando en la cocina, pues, aparte de ser un tío genial, hace unos gazpachos de mero y pulpo de chuparse los dedos. Los señoros nos comunican que se casan y que están entusiasmados con la idea de que todos los que estamos allí presente podamos asistir al evento.
He de decir que fue una sorpresa generalizada
Recuerdo que llevaba un güiskazo cuado María se sentó a mi lado con cara de comentar ese notición que nos había dado. Le di un abrazo enorme y un beso sonoro con emoción, típico de la Vega Baja. La miré fijamente y le pregunté que cómo iba a ser la ceremonia, me dijo que sería en una finca y que el matrimonio civil tendría lugar el día de antes, que el juntarnos ese día señalado era solamente para celebrarlo comiendo - nada de barbacoas- y bailando.
La miré más fijamente todavía para preguntarle que quién o quiénes serían los maestros de ceremonia, me dijo que no lo tenía pensado, a lo cual le contesto de forma rápida que en mí no pensara porque no me salía del coño. ¡Vamos! ¡Que no tenía ganas! Ella me ha contado a tiempo pasado que le cambió la cara y que le hubiera gustado clavarme un tenedor en el ojo, yo iba borracho y no me acordaba de nada. Ella tenía un plan para mí en esa ceremonia.
PARTE TWO
Accedí a ser el maestro de ceremonias junto a mi querida Victoria. Sobrio, la idea de hacerlo me pareció y me sigue pareciendo emocionante. Victoria y yo decidimos que también ayudaríamos a María a encontrar su vestido ideal. Tengo que apuntar que el ramo fue mi aportación al look, un ramo sin flores, con varias tonalidades de verde.
Tuvimos una reunión para que nos contara las impresiones, los gustos y la narrativa que mi querida amiga quería mostrar en ese día tan especial. Antes de que empezara le advertí de que a la segunda negativa a lo que le propusiéramos se iba a buscar el vestido solita, a lo que ella comentó que esperaba este apunte nuestro. Después de poner los puntos sobre las íes, la primera opción fue la acertada. ¡Es lo que tienen las personas que se quieren, que se conocen, saben lo que sí y lo que no, nosotros somos así!
De repente, me viene a la cabeza Nico. Me encargaba de agasajarla a ella y a él, nada. Entonces, repaso qué podría regalarle, qué le emocionaría, qué no cambiaria nada más dárselo. Como su look estaba ya prácticamente hecho, pensé que sería ideal llevar un pañuelo de seda para secarse las lágrimas o sonarse los mocos. Sin mareos, Etro es lo que necesitaba, lujo que se ve a kilómetros y que es de firmaza italiana exquisita. Cuando vi los precios de los moqueros, me quedé helado y casi se me vuelve a escapar un pedete de la impresión. Acudo a Vinted para ver qué ofertaban en dicha aplicación. Después de estar casi un día mirando artículos y más artículos, aparece un pañuelo de traje que tiene un estampado de cachemira en tonos marrones y un borde azul turquesa que era muy combinable con el traje de él. Mi amiga Elena -mi oráculo estilístico y de decoración, por excelencia- cuando lo vió me dijo que ella viviría en una casa toda forrada con ese estampado. Ni dos palabras más, pulso el botón de compra y regalo resuelto.
Así que nos relajamos los novios, Victoria y yo con todo lo de la boda. La ceremonia estaba planificada, ellos, vestidos de una forma impecable… y a falta de un día me envían la foto del ramo, foto que estoy pidiendo una semana a la florista, una gran artista que adoro. Recibo la notificación en el teléfono de que me ha llegado un texto en el que me dice la florista: "no me gusta enviar fotos porque nunca es la realidad", yo le digo que se deje de bobadas y que me la envíe. Cuando descargo la foto, mis ojos se abrieron y mi boca se desencajó, mis compañeras de trabajo, que estaban a mi lado, empezaron a reírse de forma descontrolada. Lo que veía en la foto no me gustaba nada, pero nada. No sé si eran las dimensiones, que no hubiera flores..., no sé..., el ramo me parecía una maceta sin tiesto.Una compañera me dijo que cuando acabara la boda, si le cortaba los tallos seguro que le prendía en una jardinera. Tuve que frenar mi instinto, porque la hubiera cogido de los pelos que tiene y la hubiera arrastrado por toda la Gran Vía de Murcia. A todo esto, era viernes por la tarde y la boda se celebraba el sábado.
PARTE THREE Y FINAL
Amanecí tranquilo y feliz por el Orfidal y medio que me tomé la noche anterior, el disgusto que tenía por el tema bouquet verdal no me dejó conciliar el sueño y nada como la química para conseguirlo. A las nueve me planté en la puerta de la floristería. Cuando entré y vi a la florista con el ramo, volví a abrir los ojos y se me dibujó una sonrisa, pues el ramo era PRECIOSO. Hago énfasis en esto porque las fotos, como ella me había dicho, desmerecían tan bonita y delicada creación. He de decir que al verlo lloré de emoción y de alivio, ya de paso.
Vamos a ahorrarnos la narrativa de la ceremonia, porque es privada y muy de los novios, pero resumo que se cumplieron todas las expectativas. Éramos ciento veinte personas muy felices de ver cómo se unían en matrimonio María y Nico.
Durante la ceremonia, Victoria y yo tuvimos unos cruces de miradas muy cómplices, estábamos reteniendo imágenes, looks, actitudes para cotillear, no veía el momento de que se uniera otra integrante, que se percató de nuestro comadreo, ella nos miraba con una sonrisa y con ansias.Tres es el numero perfecto, con cuatro hay desmadre y poco consenso en opiniones.
Al acabar el ágape, la Trinidad se colocó en mitad de la pista de baile para tener mejor perspectiva. Las copas hacen que la lengua se suelte, por lo menos, la mía. Entonces empezamos la ronda, nuestro código eran las agujas de un reloj:
“A y cuarto tenemos una chica con un vestido estrecho y la teta prisionera, ¿podrá respirar?”
“A menos cuarto tenemos el típico caso de confundir el traje Slim fit con comprarse el traje dos tallas menos”, segunda vez que nos cuestionamos si podrá respirar
“Estampado estilo sofá de piso de los Roper, a y 30”
"las 00 en punto, look jardinero con alpargatirtos incluidos, aunque dudamos si es también de cuidador de animales de granja"
Así estuvimos un rato largo, hasta que mi vista comenzó a emborronarse y las imágenes empezaron a ser difusas. Sé que sobre las ocho empecé a ver zapatillas de deporte en lugar de zapatos de tacón, y ahí fue cuando entendí que la boda estaba a punto de terminar.
Nos fuimos a otro sitio a seguir la celebración, pero no recuerdo apenas nada.
Lo que sí recuerdo es que María me interceptó para decirme: “¡Cariño, has hecho trampa, si no, a estas horas no estarías aquí!”. Eran las 5 de la mañana y todo el bodorrio había empezado a las 12:30 h, ¡oye! y me dijeron que fui de los últimos en irme…Como anécdota final y karma celestial, perdí la tarjeta de crédito.