jueves, 31 de octubre de 2024

ANOTHER WEDDING AGAIN

 Esta historia que os voy a contar empezó hace un año, aproximadamente.

 

Todo comenzó en una barbacoa de domingo, una celebración de un cumpleaños con mucho alcohol, que dio lugar a una boda preciosa con océanos de amor, grupos de whatssapps, vuelos charter a Colombia y post-boda con resaca enorme.

 

Este relato consta de tres partes y creo que me va a salir un poco largo.


PARTE ONE


Para poneros en contexto, no soporto las reuniones en donde las brasas son el centro, en las que su aroma, la carne con huesos, el sol y sombra. Pero sobre todo odio cuando me invitan y me preguntan si quiero cordero o cerdo, sabiendo que soy casi vegetariano, entonces, cuando llego a dicho evento, solo puedo comer patatas fritas, olivas rellenas de anchoas y el postre, mi humor se turbia siempre en este tipo de reuniones

 

Al llegar a la barbacoa, intento hacer un escaneo rápido de quien está, con quién me apetece estar y a quién quiero evitar, y veo en la lejanía al marido de mi prima, a quien me arrimo, pues él es muy de comprar en el gourmet y seguro que lo que trae va a estar muy bueno. Saca una lata de mejillones de esas redondas, un envase con esa forma es sinónimo de caro y bueno, a mí, con el primer adjetivo ya me basta. Al ver que somos casi 20 personas, pienso que, seguramente, la lata va a volar, eso me aterra, así que convenzo a mi primo de que esa lata es solamente para los dos, que nadie como nosotros para saborear y apreciar dicho manjar. Y así fue como nadie probó los mejillones.


Pero a lo que voy, el cumpleaños-barbacoa es de María, una señorita que es señora ahora mismo y amiga de corazón.

 

Antes de nada, en ese cumpleaños bebí bastante, y el alcohol, aparte de desinhibirme, me transforma en una especie de ser humano desanchado y fresco a más no poder, con lo que a la hora del café yo ya estoy en todo lo alto, haciendo speeches y criticando lo que no me gusta, pero a la espalda, que no soy yo fan del sincericidio. A todo esto, María nos manda callar con un grito de profesora de la FP, acto seguido va a coger de la mano a Nico, su novio, del que no he dicho que era el que estaba pringando en la cocina, pues, aparte de ser un tío genial, hace unos gazpachos de mero y pulpo de chuparse los dedos. Los señoros nos comunican que se casan y que están entusiasmados con la idea de que todos los que estamos allí presente podamos asistir al evento.


He de decir que fue una sorpresa generalizada


Recuerdo que llevaba un güiskazo cuado María se sentó a mi lado con cara de comentar ese notición que nos había dado. Le di un abrazo enorme y un beso sonoro con emoción, típico de la Vega Baja. La miré fijamente y le pregunté que cómo iba a ser la ceremonia, me dijo que sería en una finca y que el matrimonio civil tendría lugar el día de antes, que el juntarnos ese día señalado era solamente para celebrarlo comiendo - nada de barbacoas- y bailando.


La miré más fijamente todavía para preguntarle que quién o quiénes serían los maestros de ceremonia, me dijo que no lo tenía pensado, a lo cual le contesto de forma rápida que en mí no pensara porque no me salía del coño. ¡Vamos! ¡Que no tenía ganas! Ella me ha contado a tiempo pasado que le cambió la cara y que le hubiera gustado clavarme un tenedor en el ojo, yo iba borracho y no me acordaba de nada. Ella tenía un plan para mí en esa ceremonia.

PARTE TWO


Accedí a ser el maestro de ceremonias junto a mi querida Victoria. Sobrio, la idea de hacerlo me pareció y me sigue pareciendo emocionante. Victoria y yo decidimos que también ayudaríamos a María a encontrar su vestido ideal. Tengo que apuntar que el ramo fue mi aportación al look, un ramo sin flores, con varias tonalidades de verde.


Tuvimos una reunión para que nos contara las impresiones, los gustos y la narrativa que mi querida amiga quería mostrar en ese día tan especial. Antes de que empezara le advertí de que a la segunda negativa a lo que le propusiéramos se iba a buscar el vestido solita, a lo que ella comentó que esperaba este apunte nuestro. Después de poner los puntos sobre las íes, la primera opción fue la acertada. ¡Es lo que tienen las personas que se quieren, que se conocen, saben lo que sí y lo que no, nosotros somos así!


De repente, me viene a la cabeza Nico. Me encargaba de agasajarla a ella y a él, nada. Entonces, repaso qué podría regalarle, qué le emocionaría, qué no cambiaria nada más dárselo. Como su look estaba ya prácticamente hecho, pensé que sería ideal llevar un pañuelo de seda para secarse las lágrimas o sonarse los mocos. Sin mareos, Etro es lo que necesitaba, lujo que se ve a kilómetros y que es de firmaza italiana exquisita. Cuando vi los precios de los moqueros, me quedé helado y casi se me vuelve a escapar un pedete de la impresión. Acudo a Vinted para ver qué ofertaban en dicha aplicación. Después de estar casi un día mirando artículos y más artículos, aparece un pañuelo de traje que tiene un estampado de cachemira en tonos marrones y un borde azul turquesa que era muy combinable con el traje de él. Mi amiga Elena -mi oráculo estilístico y de decoración, por excelencia- cuando lo vió me dijo que ella viviría en una casa toda forrada con ese estampado. Ni dos palabras más, pulso el botón de compra y regalo resuelto.


Así que nos relajamos los novios, Victoria y yo con todo lo de la boda. La ceremonia estaba planificada, ellos, vestidos de una forma impecable… y a falta de un día me envían la foto del ramo, foto que estoy pidiendo una semana a la florista, una gran artista que adoro. Recibo la notificación en el teléfono de que me ha llegado un texto en el que me dice la florista: "no me gusta enviar fotos porque nunca es la realidad", yo le digo que se deje de bobadas y que me la envíe. Cuando descargo la foto, mis ojos se abrieron y mi boca se desencajó, mis compañeras de trabajo, que estaban a mi lado, empezaron a reírse de forma descontrolada. Lo que veía en la foto no me gustaba nada, pero nada. No sé si eran las dimensiones, que no hubiera flores..., no sé..., el ramo me parecía una maceta sin tiesto.Una compañera me dijo que cuando acabara la boda, si le cortaba los tallos seguro que le prendía en una jardinera. Tuve que frenar mi instinto, porque la hubiera cogido de los pelos  que tiene y la hubiera arrastrado por toda la Gran Vía de Murcia. A todo esto, era viernes por la tarde y la boda se celebraba el sábado.


PARTE THREE Y FINAL


Amanecí tranquilo y feliz por el Orfidal y medio que me tomé la noche anterior, el disgusto que tenía por el tema bouquet verdal no me dejó conciliar el sueño y nada como la química para conseguirlo. A las nueve me planté en la puerta de la floristería. Cuando entré y vi a la florista con el ramo, volví a abrir los ojos y se me dibujó una sonrisa, pues el ramo era PRECIOSO. Hago énfasis en esto porque las fotos, como ella me había dicho, desmerecían tan bonita y delicada creación. He de decir que al verlo lloré de emoción y de alivio, ya de paso.


Vamos a ahorrarnos la narrativa de la ceremonia, porque es privada y muy de los novios, pero resumo que se cumplieron todas las expectativas. Éramos ciento veinte personas muy felices de ver cómo se unían en matrimonio María y Nico.


Durante la ceremonia, Victoria y yo tuvimos unos cruces de miradas muy cómplices, estábamos reteniendo imágenes, looks, actitudes para cotillear, no veía el momento de que se uniera otra integrante, que se percató de nuestro comadreo, ella nos miraba con una sonrisa y con ansias.Tres es el numero perfecto, con cuatro hay desmadre y poco consenso en opiniones.


Al acabar el ágape, la Trinidad se colocó en mitad de la pista de baile para tener mejor perspectiva. Las copas hacen que la lengua se suelte, por lo menos, la mía. Entonces empezamos la ronda, nuestro código eran las agujas de un reloj: 

“A y cuarto tenemos una chica con un vestido estrecho y la teta prisionera, ¿podrá respirar?”

“A menos cuarto tenemos el típico caso de confundir el traje Slim fit con comprarse el traje dos tallas menos”, segunda vez que nos cuestionamos si podrá respirar

“Estampado estilo sofá de piso de los Roper, a y 30”

"las 00 en punto, look jardinero con alpargatirtos incluidos, aunque dudamos si es también de cuidador de animales de granja"


Así estuvimos un rato largo, hasta que mi vista comenzó a emborronarse y las imágenes empezaron a ser difusas. Sé que sobre las ocho empecé a ver zapatillas de deporte en lugar de zapatos de tacón, y ahí fue cuando entendí que la boda estaba a punto de terminar.


Nos fuimos a otro sitio a seguir la celebración, pero no recuerdo apenas nada.


Lo que sí recuerdo es que María me interceptó para decirme: “¡Cariño, has hecho trampa, si no, a estas horas no estarías aquí!”. Eran las 5 de la mañana y todo el bodorrio había empezado a las 12:30 h, ¡oye! y me dijeron que fui de los últimos en irme…Como anécdota final y karma celestial, perdí la tarjeta de crédito.




domingo, 19 de mayo de 2024

THOUGHT AND RESOLUTION

 Son las 7 de la tarde, acabo de llegar de un evento, con dolor de pies, sensación de haber comido de más y de disfrutar lo más grande.

Ha sido una boda muy familiar y muy emotiva, alegre, distendida y sin etiquetas. En todas las partes de la ceremonia han sonado The Beatles, que no son, para nada, un referente para mí, sin embargo, sí lo fueron para mi padre. Fue su música celestial.

La novia ha sido la encargada de elegir las canciones, pues su padre, que es mi primo hermano, la crió escuchando al famoso grupo musical de Liverpool. Pero lo curioso es que fue mi padre quien le descubrió dicha música a mi primo cuando este aún era un preadolescente, por lo que, en cierto modo, la figura de mi progenitor estaba bailando con nosotros, de forma arrítmica y torpona, que era como él lo hacía.

La emoción de la ceremonia dio paso al banquete y luego a las copas, para terminar bailoteando. Empezaron poniendo música discotequera de Donna Summer, y los pies se movían solos. ¡Y eso que llevaba unos zapatos de Marni afiladisimos que me cortaban el riego sanguíneo podal!. Sonaron unas cinco canciones que fueron una locura para hacer el ganso y muchos pasos de baile antiguos, pero cuando empezó el reggaeton, servidor se recogió el traje y se esfumó sin despedirse. Es un ritual que acostumbro a hacer de un tiempo a esta parte. ¡Parecer un carroza me aterra! Y si me asalta la mala conciencia, antes de subirme al coche envío unos textos de disculpa por mi bomba de humo y me quedo más tranquilo.

 

El trayecto entre el salón de bodas y mi casa es corto, pero está infectado de cruces y semáforos. También hay unos inexplicables pasos de cebra que empiezan en un huerto de limones y acaban en uno plagado de robanisas. Tengo muy mal carácter conduciendo, y las ocurrencias de la DGT o del ayuntamiento de turno junto con la conducción lenta y a trompicones de gran parte de los murcianos me agrian todo el camino. Bueno, pues durante las 24 veces que paro en un semáforo en rojo, me empiezan a asaltar muchos pensamientos, y como no logro organizarlos, llamo a Eladio, que al descolgar me pregunta si estoy conduciendo, le respondo que sí y me dice: "Hermano mío, tengo la tarde super relajada y como sé que te vas a poner a gritar a la primera persona que se te cruce, no tengo ganas de malas energías, te cuelgo y luego te llamo. Te quiero, tuyo siempre". ¡Cómo me conoce, el jodÍo!

 

Por un momento, pienso que mi amigo tiene razón, así que pruebo a respirar y que no me altere nada. En la sincronización de dicho ejercicio la mala leche se va disipando y empiezo a ver con normalidad lo que antes veía con ira. De repente, me vuelven las ideas, es decir, los pensamientos que antes os decía que no podía organizar, o, mejor dicho, expresar.

 

Venía de celebrar una boda preciosa, en la que brindamos, reímos y criticamos, dicho sea de paso. ¡Vamos! Lo que se suele hacer en este tipo de celebraciones, tales como bautizos, cumpleaños, fiestas de fin de carrera, cuando consigues un ascenso que mereces o te entregan las llaves del piso en el que vas a vivir, cuando has vendido una tierra a muy buen precio o adoptas un gato que estaba en una protectora, o cuando te regalan una hucha con la forma del "sin rostro" de El Viaje de Chihiro…etc. Somos seres sociales que necesitamos comunicarnos y compartir instantes de felicidad.

 

Y de la misma manera también, necesitamos comunicarnos para compartir el dolor, dolor bajo mil formas, como la enfermedad terminal de un familiar querido, el despido inesperado del trabajo, que tu pareja tenga una doble vida o te pida el divorcio sin esperarlo, dolor porque no te hables apenas con tus amigos de toda la vida y no sepas el porqué, por ejemplo, por la persona que dejaste por miedo, de la que sigues enamorado y sin poder quitarte de la cabeza. Estas situaciones no son motivo de celebración, por supuesto, pero es verdad que cuando decides compartir ese dolor que sientes con quien crees oportuno, duele un poco menos, y aquí es cuando te das cuenta de quién está a tu lado, te entiende y no te juzga. No es para brindar, o sí, ¡eso depende!, pero saber que tienes cerca de ti a personas que te acompañan, te escuchan y te quieren..., ¡eso sí que es un gran motivo de celebración!

 

No sé si existe esto que voy a escribir, pero me viene a la cabeza una solución matemática, que si fuera real sería la leche: La felicidad se multiplica cuando la compartes y el dolor se divide.

 

Antes de llegar a casa, hago un recuento mental de las veces que me he callado sentimientos por timidez, por vergüenza o por no querer preocupar a nadie, veces que, si las hubiera compartido, las hubiera celebrado después, porque para estar bien hay que saber estar mal.

 

Aparco el coche con indicios de futura resaca, después de haber bebido varios chupitos de whisky, y fatigado mentalmente al recodar sentimientos dolorosos, y en ese momento me vuelve a llamar Eladio. ¿Llegaste bien, rey? ¿A cuantos les has gritado? ¿Cómo ha sido, la boda? ¿Te pusiste el broche de la gamba?

 

Después de responderle a todas y cada una de sus preguntas, le comento que he pensado en pasar el día de mañana con él, pues tengo que enseñarle fotos de la boda, comentar la lista de los mejores y peores vestidos y celebrar que tengo un grandísimo amigo entre mil.





jueves, 21 de diciembre de 2023

DO NOT LOOK BEHIND



Hace diez años escribí que la vida con treinta y siete es anodina, que no ocurre nada relevante. Pues aquí estoy, con cuarenta y siete, y poco más puedo decir. Llevo tres meses haciéndome a la idea, y poco puedo decir. Cuarenta y siete, coño. 

 Una cosa que me gustaría destacar sobre el paso del tiempo es el cómo vamos cambiando para adaptarnos a las situaciones que solemos vivir. Aquel chico que veía la vida insulsa a los treinta y siete no es el señor que ahora tiene diez años más. No estoy quejándome para nada, todo tiene su finalidad. 

 Desde hace algo más de dos años estoy trabajando en una óptica que tiene varias sucursales repartidas por toda Murcia. Pues hace relativamente poco, tuvimos una incorporación nueva, una chica con mucha vitalidad y disposición a la hora de hacer cualquier ocupación. Al tratar de enseñarle la forma de actuar acorde a la empresa en la que estamos contratados, me suelta un “es que yo soy así”. Ella no tiene por qué saber que esa dichosa frase la odio más que el demonio a la cruz de Santiago, esa declaración de intenciones me repatea mucho. Era la frase que me repetía alguien que he querido para desentenderse de todo lo que era obligación para con dos e imponer solo su apetencia para uno. Lo repito, ella no lo sabía, pero le cayó una reprimenda. 

 Independientemente de la connotación que tiene para mí, decir “Yo soy así” es muy poco acertado, porque no creo que nuestra forma de ser o de ver las cosas sea algo que se quede intacto en nosotros al pasar la pubertad. No soy el mismo que escribí un texto hace diez años hablando de lo anodino de tener treinta y siete, vuelvo a repetir, tampoco soy el mismo que trabajaba en la zapatería, ya que ahora vendo gafas, como no soy el mismo de antes del Covid, ya que estoy más gordo, ni tampoco soy el mismo de cuando murió mi padre, ahora la vida la veo con otro tipo de esperanza, tampoco soy el mismo de cuando terminé la relación con BK, porque creo que cometí un error y me acuerdo bastante de él, y tampoco soy el mismo de cuando me despidieron de Afflelou, porque allí no tenía ilusión y ahora, trabajando en Multióptiocas, la tengo. 

 Esto último tengo que desarrollarlo. La incorporación fue, justamente, después del cese no voluntario y con el motivo que se pasó de boca a boca: "Trabaja poco, y lo poco que trabaja, lo hace mal". Tal afirmación hizo que mi autoestima estuviera a niveles bajos y la inseguridad en todo lo alto. Así empecé mi primer día, con esa frase en mi cabeza, pero tuve una buena sensación cuando me recibió la primera compañera. Aún recuerdo su frase: “A ti no te tengo que explicar casi nada, vienes bien aprendido”. ¡Suerte que llevábamos mascarillas en aquella época, si no, mi emoción se hubiera visualizado! El tiempo fue pasando y las conexiones se hicieron buenas, en general. Me sorprendía que personas que nada tenían que ver contigo pasaban a ser más que compañeros. Es una empresa que te deja poco al margen de la improvisación, todo está esquematizado y, contra todo pronóstico, me gusta.

 Hace poco celebramos una cena de empresa donde tuvimos algunas bajas, pero estábamos gran parte de la plantilla. Allí, rodeado de chicas, con sus variopintos estilismos, que me gusta criticar, vino y cerveza. Una comida que a algunos gustaba más que a otros, riéndonos de cualquier suceso que ocurre en el trabajo o haciendo mofa de mis zuecos Birkenstock con calcetines de lana. Mirando de un lado a otro pensé: ¡Ni tan mal, qué a gusto estoy de estar aquí, tía! No todo es felicidad explosiva tóxica, ¡no!, pero sí que me encuentro en un lugar de trabajo donde me siento yo, en donde intento quedarme con lo bueno de cada uno, o lo menos malo. La precisión en el trabajo se lo debo a una, el quitarle importancia a las cosas se lo debo a otra, llegar puntual es cosa mía, dejar casi todo anotado se lo debo a varias, poner una sonrisa mientras digo hija de de fruta por dentro se lo debo a una en especial, no hacer las cosas con prisa es parte de otra, la dulzura y el saber vestir es simbiosis de una y yo, la dulzura y los días libres que tengo que cubrir son parte de una, cambiar los nombres de los compañeros se lo debo a una querida..., así hasta 22.

 Hace unos meses que me cruzo, casi a diario, con mis antiguos compañeros, a los que, por decisión propia, dejé de hablar. En esos cruces tengo varias sensaciones que me vienen a la cabeza, pero siempre acabo con el mismo pensamiento, que es: "Gracias por despedirme, gracias inmensas". Con el paso del tiempo esa relación no era sana para ninguna de las dos partes. Ellos dieron el primer paso, y yo lo concluí.

 Si no hubiera ocurrido esto, nunca hubiera entrado a trabajar donde estoy ahora y, por lo tanto, nunca los hubiera conocido, y eso hubiera supuesto un fastidio, una gran faena.



 

domingo, 24 de septiembre de 2023

RUN, SWEETHEART, RUN

Otro cumpleaños que celebro fuera de Murcia. Lo estoy convirtiendo en una sana costumbre. Este año me ha gustado cumplir 47, no sabría explicarlo... es una sensación de plenitud, ¡sin ser yo nada de eso! 


 Por la noche, tuve una larga conversación telefónica con mi amiga Victoria, durante la cual, nos dio por soñar con que organizábamos una fiesta temática para celebrarlo, a donde acudiríamos todos caracterizados o inspirados en la película Casablanca. Nos encanta fantasear sobre cómo iríamos los dos, súper elegantes y chic, sin duda. Pero también nos dio por reírnos de alguna o alguno imaginando su posible indumentaria. Lo cierto es que cuando cumplimos 40 años hicimos una prom party ¡y fue la leche!


 Y haciendo suposiciones y riéndonos de cierto sector de invitados que vendrían, seguro, con un disfraz de los chinos, a Victoria se le ocurrió decir que seguramente también alguna se perdería y vendría disfrazada de Amélie. Carcajada máxima. no había terminado de reírme cuando Victoria me cuenta, a colación de Amélie (película que me enamora cada vez que la veo, ¡y ya van muchas!), que ha leído un artículo que destripa el film argumentando que la personalidad del personaje, magistralmente interpretado por Audrey Tattou, es contraproducente en la época en la que vivimos y tóxica a más no poder. En ese momento le entró una llamada a mi amiga y tuvimos que cortar la conversación. Entiendo que esta mezcla de temas sin concluir os produzca un poco de confusión, pero quien nos conoce sabe de la dispersión crónica que padecemos.


 Terminé mi cumpleaños pensando de más en esa publicación. La primera vez que vi Amélie fue en el cine, fui solo y salí súper feliz. En la época en que la estrenaron yo estaba a un tiro de piedra de sentirme bien siendo gay, fue el empujón que necesitaba. Un personaje que había vivido escondido, que nunca se había permitido ser feliz (o eso es lo que yo pensaba). En dicho artículo se cataloga a la película de racista, al no incluir ningún personaje de otras etnias, mostrando un París que dista mucho de la realidad, que edulcora a un acosador y cuya protagonista se dedica a hacer feliz a todo el que la rodea, sin pensar en qué le hace sentir plena a ella, y sin ser consciente de que, en realidad, al contrario de lo que cree, lo que hace es establecer relaciones tóxicas con todos y cada uno del resto de personajes. Dicho sindrome tiene un nombre, como no, en ingles: Manic pixie dream Girl. 



 En fin, mi objetivo en este escrito no es valorar esta crítica, sino hablaros sobre las diferentes personalidades que nos encontramos a lo largo de nuestra vida, que, en los inicios parecen una cosa y luego, al cabo del tiempo, son otra bien diferente, como en la película de Amélie, dependiendo de la visión del periodista de turno. Al principio son como aire fresco que te envuelve con la brisa madre de Pocahontas, para luego transformarse en Golum, por ejemplo.



 Ser confidente de mis amigos y las ajetreadas experiencias por mí vividas me ha aportado herramientas suficientes para identificar tanto a tipos de personas con las cuales envejecer es maravilloso y sabes que podrás contar con ellas siempre, como a individuos que lo mejor que puedes hacer es andar rápido y que no te pille. Si algo huele mal, no son prejuicios, huele mal y punto.



 Abajo te dejo unos tips, por si te sirve. ¡A mí me hubieran venido de bien, de haberlos sabido antes! 



 . Si en la primera cita te habla de enfermedades varias que padece familia cercana, huye, cari. 



 • Si estás intentando decir una frase en la conversación, aunque sea que vas al aseo, huye, cari.



 • Si de todo lo que estas contando, elle, o lo tiene mejor o está peor, huye y bloquea, cari. 


 • Hablar de "exs" siempre es un error, o por lo menos es lo que pienso yo, aunque aquí tengo mis dudas. Espérate, cari.


 • Si pasa toda la conversación adulándote, pero no para de mirar el móvil, espérate, porque es posible que tengas final feliz, pero no repitas, cari. 


 • Si te pasas todo el encuentro riendo y comiendo, debes quedarte, cari. 


 • Si te pareces mucho a elle, seréis amigas, entonces, a tu elección, o huye o te quedas, cari. 


 • Si fuerza el tono de voz para para parecerse a Constantino Romero (la voz de Dart Vader), quédate un tiempo prudencial por cortesía y huye, cari.



 Son consejos que te doy, pero estoy seguro de que tu vocecita interior también lo hará, esa misma que resuena en la cabeza o, incluso, grita. Dicen que es la conciencia, pero creo que es tu “yo” de vidas pasadas que alberga más experiencias que tu “yo” actual y por eso te advierte. La conciencia es lo más fiel que tendras en la vida, aunque pensándomelo mejor, tener una amiga como Victoria con la que compartir secretos, vivencias y cotorrear es una buena suma ya que podrás hablar de la experiencia de la primera o la segunda cita, de artículos de prensa que dan para tertulia, del color pantone del otoño, que casi siempre es morado, de por qué no te llama quien debería hacerlo y de secretos que da vergüenza verbalizar, pero que con ella da gusto hacerlo porque no existe un ápice de prejuicio. 



 Si has tenido la suerte de encontrarte con una amiga asi, la vocecita y yo te decimos alto y claro: ¡quédate, cari, pero quédate para toda la vida!



 

miércoles, 21 de junio de 2023

LEARN AND ADAPT

Viniendo en coche de la playa a casa, recordé que veintiséis años atrás hacía ese recorrido para visitar a una amiga que trabajaba en una heladería. Íbamos en mi Opel Kadett, que hacía un ruido de tractor espantoso, cinco personas por esta misma carretera, aunque en aquella época era totalmente diferente, tardábamos más de hora y media en llegar cuando ahora se recorre en poco menos de 30 minutos.

 Esa era uno de mis pensamientos, que cómo ha cambiado todo en veintiséis años. Recordaba el coche con radio-cassette, sin aire acondicionado, la música grunge, los pantalones de campana. Los móviles se usaban simplemente para llamar y enviar mensajes de texto. La forma de conocer gente era en locales donde bebías y bailabas, paseando por alguna playa o ciudad y en alguna cita a ciegas que algún amigo-enemigo te concertaba. Todo como en la época muy muy antigua, allá por los 90´s.

 Esto último me dio que pensar lo que ha cambiado todo a la hora de entablar contactos. Este tema lo comento casi a diario con dos amigos cuando nos vemos o hablamos por teléfono. No son conversaciones de abuelo cebolleta donde nos vanagloriamos de que todo tiempo pasado fue mejor, no, es que queremos adaptarnos al nuevo medio. 

 Ya sabemos que todo gira en torno a las APPs y las empresas que ven el amor como un filón comercial.

 Mis experiencias han sido variadas, desde encontrar amigos, un amor o situaciones un tanto marcianas. Podría relatar muchas, pero no es el tema, aunque si veo que puedo meter alguna anécdota lo haré.

 Las aplicaciones hacen que ligar sea mas cómodo y más impersonal. Empezamos con un catálogo de fotos con descripciones abiertas y bonitas que a todo el mundo gustan, luego, cuando intimas ( en conversaciones claro) se enseñan las cartas de golpe. Este hecho es un poco agobiante para mí, llamadme romántico, pero me gusta descubrir gustos y vivencias cuando conversas, comes o paseas. Hace poco uno me dijo que le gustaba todo el olor mío, decía que desde donde estaba sentado podía intuir el olor de mi cerumen… yo pensé lo mismo que habéis pensado: cita concluida y contacto eliminado. 

 Tengo una amiga especial que cuando le relato todo lo me ocurre en estas aplicaciones siempre tiene la misma respuesta: “¡Qué pereza de redes, de fotos y de primeras citas, solo por eso no dejo a mi novio!”. ¡A ver si va a tener razón! 

 Retomando las conversaciones que tenia con mis amigos, uno de los puntos clave y donde más enfatizamos es que nos perdemos con tanta terminología inglesa . Se ha etiquetado todo comportamiento en sustantivos anglosajones. Os voy a detallar algunos con las descripciones hechas por un humilde servidor:

 - Ghosting: Es tener vergüenza a decir que no, en resumidas cuentas, aunque la tecnología ha hecho que dando a la opción “bloquear”, toda esa vergüenza desaparezca, hasta el sentimiento de culpa. Entonces la persona se esfuma y sus conversaciones dejan de existir, como un fantasma. 

 - Lovebom: Este término me tiene loco y me asombra a partes iguales. Significa pasar una noche de cita perfecta que empieza con una cena en un local de moda y acaba en la cama, todo es tan fabuloso que incluso ves amanecer en su hombro apoyado. Supongamos que ocurre un miércoles, pues el sábado dejas de ser esa persona ideal, esa alma gemela que se había pasado toda su vida buscando, que el miércoles eras tú , pero ahora no lo eres, Osea, una explosión de amor que ha durado un BOOOM. La Jurado ya lo adelantó en su canción “Como una Ola”. 

-Dry texting: Esto es lo que más nervioso me pone. Es contestar con monosílabos a los textos que envías. Es una forma suave y poco elegante de mostrar el escaso interés que te da alguien con quien chateas o estás iniciando algo. Cuando me contestan con un JAJAJA, para mí la conversación está terminada. Mención aparte es cuando preguntas cómo ha ido el día y te responden que “Bien” y el clásico “Y tú?”, sabiendo que le importas un pimiento. Aquí soy fan del meme de tia Dolores cuando le preguntan cómo está y ella pone : Fatal, gracias ( emoji de beso con corazón) 

 - Benching: Se trata de tener varias personas a la espera, porque no te quieres decidir o no tienes claro cuál elegir, o eres un poco zorra y quieres tener una agenda llena de contactos enamorados de ti. Por supuesto, dicha información ninguno de los contactos la tiene. Esto debería aparecerte como alerta en el móvil, como cuando viene una DANA o Fuckushima decide radiarnos más. No puedo ir de digno, que conste, ya que lo he hecho y como castigo lo han hecho conmigo.

 Y para concluir, el último término, del que yo soy fan. 

 - Gatsbying: subir contenido a tus redes sociales para que esa persona, de la cual estás colada hasta los huesos, lo vea. Normalmente, tus seguidores no entienden mucho ni esa música ni esas frases, pero ellos no son los destinatarios, ¡que se toquen la nariz!. Voy a contar un secreto, varias de mis publicaciones de música que he colgado en un pasado no muy lejano iban dirigidas a una persona que pasa de mí lo más grande. También digo que hace un tiempo que ya no lo hago.

 Hay muchos términos de estos que mis amigos y yo discutimos casi a diario, sobre cómo nos cuesta identificarlo cuando lo hacemos y que rápido lo detectamos cuando somos la víctima. Esta nueva época me descoloca bastante, ya que cada día es algo nuevo y no tengo tiempo real para interiorizar términos, aplicaciones y demás elementos para no estar obsoleto en este universo tecnológico. ¡Qué complicado es conocer gente ahora! Todo lo hacen con algoritmos y demás ecuaciones, con lo sencillo que es sentir.

 Voy a intentar dejar el “click”, cerrar el teléfono o pc y salir a donde haga falta, encuentres a alguien o no. De hecho, voy a llamar a Eladio y a Victoria para tomarme una cerveza con ellos. ¡Hasta luego, chicos!



jueves, 20 de abril de 2023

IT´S 3.00 P.M. ON MY WATCH

 Llevo, desde un tiempo a esta parte, acordándome más de lo normal de cuando trabajaba en el geriátrico. Sí, antes de ser un tiburón de las ventas, me dedicaba a cuidar personas. Estuve trabajando en ello algo más de 5 años. A pesar de que pagaban una miseria, me gustaba mucho el trato con los pacientes, se creaban unos vínculos que todavía perduran, aunque ya no estén vivos. Esta sensación es muy extraña, pero siento cerca a abuelitos que fallecieron hace 20 años.


Con mucho amor, recuerdo a una señora que se llamaba Conchita. Es escribir esto y sonreír. Padecía una demencia atroz, no se acordaba ni de lo que había cenado, pero sí de lo que le ocurrió en 1946. Repetía hasta la saciedad la misma frase, hasta que alguna compañera le decía: "¡Conchita, por favor, no me lo vuelvas a repetir que me vas a volver loca!". Su contestación siempre era la misma, con un ingenio y sentido del humor como pocas: "¡Hija, ten paciencia conmigo, que estoy muy olvidadiza!".


Su camino a esa enajenación mental fue un sentimiento de culpabilidad que la venció, que le acarreó ansiedad, depresión y desembocó en esa demencia tipo Alzheimer que tenía. Ella era de dormirse tarde y se venía a nuestra sala, donde preparábamos la medicación, se sentaba y siempre me decía lo mismo: "Guapo, estoy viendo el reloj y veo que son más de las once, sensación de hambre no tengo, pero acordarme de cenar, no me acuerdo...". Yo le decía que había cenado sopa, y entonces ella saltaba de la silla diciendo: "Lo tenía en la mente, pero no me lo llegaba a creer, como estoy tan olvidadiza..." Yo me reía a carcajadas y ella me decía que era un demonio, pero que me tenía que querer.


Durante el tiempo que estuve compartiendo con Conchita solo quería hacerla sentir bien, cantándole boleros, escuchándola cuando me recitaba su poesía favorita, hablándole de cosas bonitas, cantando con ella las canciones de la iglesia o criticando Torrevieja. Esto último le fastidiaba mucho porque ella se consideraba de Pata Negra, que es como llaman en dicha población a los autóctonos. Durante el año y medio de nuestra relación sentí lo que siente un nieto que tiene viva a su abuela, una fuerte conexión, preciosa y especial. Puedo afirmar que me sentía como su nieto cuando me apoyaba en su hombro y ella me acariciaba la cabeza.


Y como toda historia que se precie, esta también tiene su magia y su misterio.


Del geriátrico donde estaba ingresada, yo me fui de un día para otro. El motivo por el que abandoné el centro fue por dignidad, no podía seguir trabajando en un lugar así. No pude, por lo tanto, despedirme de ella como debería haberlo hecho, yo vivía en Orihuela y eran casi 40 km hasta Torrevieja, ¡una paliza de coche!, y tampoco me apetecía visitar el centro, así que pasaron los días, las semanas, los meses y, de repente, un año y medio, no es que no me acordara de ella, es que me daba pereza coger el coche, aparte de que mi nuevo empleo no me dejaba apenas tiempo libre. Me daba pánico pensar que ya no pudiera reconocerme, que hubiera avanzado su demencia.


Una noche, estando dormido plácidamente, soñé que iba caminando por una vereda de mi pueblo en un día soleado y muy luminoso, recuerdo especialmente la intensa luz, y que alguien me tocaba el hombro, me revolvía y era Conchita, que solo de verla me entraban ganas de reír y de abrazarla. Recuerdo que estando un rato abrazados, me invadía una sensación de paz inmensa, que me decía que como no iba a verla, ella venía a verme a mí, yo le decía que, por favor, no me lo echara en cara, le intentaba contar por qué me había marchado así, de sopetón, y ella me ponía la mano en la boca y me decía: "No te estoy echando nada en cara, guapico mío, sino que como no vas, vengo yo", seguíamos hablando, pero no recuerdo nada más. Sí que recuerdo que nos reíamos bastante en el sueño y que me decía que era un demontre, pero que me quería como algo suyo. Me levanté emocionado, el sueño había sido tan real que podía sentir hasta su olor y, sobre todo, el tacto de su mano de abuela cariñosa sobre mi hombro.


Un día llamé al geriátrico preguntando por ella y me dijeron que hacía cuatro meses que ya no estaba residiendo allí, que se había marchado a la residencia pública. En cierto modo, me dio alegría, pues ese centro estaba gestionado por una muy mala persona. Localicé el teléfono de la residencia pública de Torrevieja y llamé, me contestó una chica joven, muy de la Vega Baja, le di mi nombre completo y me pidió que esperara, me tuvieron esperando más de cinco minutos con una música espantosa tipo tono de teléfono de 2005, a continuación escuché la voz de otra señora con un acento más marcado aún, ¡la Vega Baja es densa, aquí!, me preguntó que de qué la conocía, yo le dije que trabajaba en la otra residencia y que le tenía un cariño muy grande, me dijo que el día anterior por la noche le había dado un ACV (accidente cerebrovascular), un ictus, ¡vamos!, y que estaba en la UCI y no creía que saliera, y si lo hiciera, quedaría en estado vegetativo. "¿Mi Conchita en la UCI? ¡Pobretica mía!", esas fueron mis palabras. Rompí a llorar, y mi interlocutora, al ver que seguía llorando, colgó respetuosamente.


Ella vino a mi sueño, recuerdo su cara de felicidad, su pelo-jaula y su indumentaria: una falda de tubo marrón y una blusa de manga corta. En ese estado somos más receptivos y es la forma de comunicarse que a veces tienen las almas cuando están a punto de partir. En ese sueño me dio un cariño de abuela, cariño que sabía que me hacía falta, y al acabar se despidió porque tenía que irse.


A partir del ictus, nuestra conexión se hizo más metafísica. Ella estuvo en estado vegetal durante tres años, aunque su alma ya no habitaba ese cuerpo yermo, asistido y alimentado por sondas. Fui a visitarla al hospital, tenía la mirada perdida y en sus ojos ya no estaba mi Conchita.


Tiene, en mi corazón, el hueco grande que merece, con sus historias de los coros de Torrevieja, de su primer amor y su preciosa forma de hacer ganchillo. Su maternal manera de acariciarme y su sabiduría popular forman parte de mí, están ligadas a mi alma.


Toca cerrar esta entrada y lo voy a hacer como lo hacía ella, porque lo hacía con mucha gracia. "¿Qué hora es?... ¡Pues una buena hora para cobrar una herencia!", y se marchaba riéndose. De igual forma me despido yo.






viernes, 10 de marzo de 2023

WAIT IN TWO MODES




 ¡Qué placer es ir al cine! Pero ese gusto lo supera el momento en que termina la película y comentas tus impresiones con tu o tus acompañantes. Además de eso, también me gusta poner el oído en modo cotilla y escuchar todo lo que comentan los vecinos de butaca. Soy capaz de mantener una conversación fluida y escuchar lo que dicen los que están sentados en 6 plazas a cada lado.


Hace relativamente poco fui a ver El Agua, película dirigida por una directora novel oriolana, rodada en su ciudad natal. La expectación fue máxima, todo oriolano viviente quería ver su ciudad reflejada en la gran pantalla.


Recuerdo que cuando me llegó la sinopsis y la leí, entendí que hablaban de una comarca, no de una ciudad, pero bueno, fui con la mente abierta, a ver qué historía me contaba Elena, que es como se llama la directora.


De la película no voy a contar nada, creo que, para juzgarla, es necesario verla, pero sí os digo que me fascinó. La historia es sencilla y profunda a la vez, hace un retrato de una generación en esta Vega Baja mía, magistral.


Fuimos al cine cuatro amigos, salimos satisfechos, con impresiones diferentes, pero nos gustó. Mientras hablábamos, mis oídos se pusieron en modo radar para captar comentarios aledaños. Procesé varias frases que abajo os enumero:


“¿Coño, tan bastos somos?” - “Chica, el padre es de Benijófar” -  “Podrían haber sacado un poco la catedral, ¿no?” - “Nena, la que sale casi el final ¿es la Manolea?” - “Chacha, todo esto que cuenta, ¿es verdad?”- “¡Vaya puta mierda, vámonos a la bocatería, que me rugen las tripas!” - “Pues una de las señoras que mira a cámara es mi suegra”- “Pues yo me he quedado igual, no sé qué quiere “desir”!”.


Mis vecinos del cine no compartían el sentimiento positivo que me dejó a mí, el film. No sé si por el boca a boca, la campaña de marketing o... ¡ni idea!, pero esta gente tenía unas expectativas sobre la película que no se cumplieron. Los gustos son soberanos, como los pies, cada uno los suyos.


Pero yo me quedé dándole vueltas a la cabeza sobre las expectativas y/o esperanzas que tenemos hacia cualquier acto, persona o lo que sea, cómo llega a condicionarnos tanto en el antes como en el después, lógicamente.


Aquí me siento a escribir sobre eso: expectativas, esperanzas. ¿Son lo mismo? ¿Son un aliciente o son un peso? En mi caso siempre han pesado, mi mente tiene el don de adornarlo todo según ella crea, y cuando soy consciente de la realidad es como un cubo de hielo se vaciara en mi cabeza. Todo lo que he vivido con placer ha sido sin esperarlo, sin esperanza y sin expectativa alguna.


Entiendo que es difícil no tener un ruido mental antes de que te vaya a ocurrir un suceso, por ejemplo, que vayas a conocer a una cita Tinder, a hacer un viaje o que tengas una cena de compañeros de EGB, pero yo aquí me hago un lío, ¿son esperanzas de que todo salga de forma beneficiosa o son expectativas? Analizándolo bien, pienso que las expectativas son algo más técnico, más normativo y, por el contrario, las esperanzas, algo más de sentimiento, alma, corazón... Las expectativas pueden ser buenas o malas, pero las esperanzas son de mil formas y siempre positivas. Nunca se tiene una mala esperanza. Aunque doña Rosita, en la obra de Federico Garcia Lorca, tuviera la esperanza muerta.


Entonces me quedo aun más pensativo. ¿Poner expectativas es malo? ¿Tener esperanza es malo, igualmente? No sé bien qué decir al respecto. También os digo que recodar la obra de Lorca me hace pensar aún más: tremendo es alimentar una esperanza a sabiendas de que no va a suceder.


Demasiadas preguntas tengo en mi cabeza. Voy a planteármelo con sencillez, aplicándomelo a mi día a día. Voy a poner en altas expectativas mi asiduidad al gimnasio y la esperanza de que podré volver a meterme en la 38 de un grupo textil conocido.


¡No estaría mal! ¡No estaría nada mal!