

Yo creo que todos hemos
participado de bromas, de conversaciones que si se plasmaran en un rotativo o
se difundieran por un programa de intereconomia, los colores de nuestra cara variarían del
rojo cereza (muy de moda por cierto) al rosa palo (este color aflora cuando no
es muy importante la pillada).
Recuerdo en Berlín, haciendo cola en
la isla de los museos para comerme una salchicha en un kiosco, habían 3 por
delante, nadie hablaba español, yo me
embobe al ver al que las servía, el tiempo que estuve en la cola lo pase
comentando, con mi compi de viaje, lo guapo que era el chico, lo bien que le
sienta hablar alemán, lo nervioso que me pondría al pedirle salchichas (broma
recurrente y boba). Cuando terminaba de darle el cambio al que tenía justo
delante, le dije a mi compi que como le pediría la salchicha en ingles o en
pseudo alemán, a lo que él contestó: Puedes pedírmela como quieras, pero
con
“una salchicha, por favor”
bastaba. El color facial fue rojo
burdeos (Nuevo negro según Vogue y odiado con la misma intensidad por mi buen
amigo Martín).
No fui consciente de que me
escuchaba el salchichero guapísimo y por
supuesto que daba por hecho que no me entendía. Flaco error mío.
Hace tiempo que cuando hablaba y criticaba, a la par,
intentaba embaucar a mi oponente para que se pringase al mismo nivel que yo y así nunca intentaría sacar a luz nuestras
conversaciones. “Si el barco se hunde y no puedo salvarme, nadie se salva”. Que
mezquindad.

Desde el 23 de diciembre pasado
hasta la fecha intento cumplir el propósito de hablar bien y con madurez, esa
madurez que te da una coronilla casi sin pelo, una tripa prominente y
vivir muchas situaciones en la vida.
Desde el 3 de enero voy a conseguir ser el que quiero ser.
Bueno, yo dejaré de criticar y empezaré a opinar.
ResponderEliminarQuiero ser una buena persona.
En Febrero empieza nuestra nueva vida...
¡Genial!!...como la vida misma.
ResponderEliminarMuy bueno, pero no he notado cambios en tu conducta...ja,ja,ja..te quiero un güevo¡¡¡
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