Los cuarenta y uno llegaron, de una forma muy diferente a
los cuarenta. El mismo día de mi cumple estaba haciéndome la maleta de fin de
semana, y me fui a Formentera a oficiar la boda más bonita que he visto nunca.
Lo ideal de todos los últimos cumples es que ninguno se parece a otro.
Este enlace era más bien simbólico, ya que ni soy sacerdote
ni concejal de ningún consistorio para hacerlo oficial. Pero sí soy una persona
importante en sus vidas, tanto como lo son ellos en la mía. Unir en matrimonio a
una pareja molona para el resto de sus vidas fue emocionante y anecdótico. Podría
confeccionar la lista de los mejor y los peor vestidos, pero esta entrada no va
de eso. Ganas me entran de hacerla; pero como decía, ese no es el tema.
Formentera me provocó una sensación muy especial.
Toda la isla tiene un plan de urbanismo muy cuidado y las
parcelas están delimitadas con muretes de piedra. ¡Qué no decir de sus
maravillosas playas! Parecen sacadas de postales, aunque las influencers se han encargado de asaetearnos
con fotos de sus visitas diarias en sus perfiles de Instagram. No quiero
parecer de la Lonely Planet, así que
doy por finalizada la descripción objetiva. La conclusión es que es idílica.
Mi impresión al ver la isla y sus servicios fue que está
sobrevalorada. Espero que no me caigan muchas críticas. Aparte de sus
maravillosas playas, Formentera es Mediterráneo puro y duro; o sea, secarral
con pinos, algarrobos y alguna que otra sabina (este árbol me apasiona). Si te
pones de espaldas al mar, es como si estuvieras entre Torremendo y el Pilar de
la Horadada, sin desmerecer ninguno.
El tiempo que llevo escuchando que hay que visitar
Formentera, que es un paraíso terrenal, que tiene magia…. Todas estas
recomendaciones tienen mucho en común: todas son repetitivas, como si alguien
con aceptación social —tipo 3,5 millones de seguidores en redes sociales— hiciera
clic en el botón “Me gusta” y, acto seguido, todos clicando el mismo botón de
forma automática y sin pararse a pensar.
Pondré un ejemplo que creará controversia.
Soy oriolano, de pedanías pero oriolano, y nuestro ilustre
es Miguel Hernández. Poco puedo decir del genial poeta, estudiado en el mundo
entero. A mí no me gusta nada, me aburre soberanamente. Sus poesías, bueno, la
poesía en general me produce sopor. No creo que sea una opinión para
vociferarla, pero ¿por qué tengo que mentir cada vez que digo que soy oriolano
y me hablan del poeta? ¿Tengo que mostrar interés por alguien que no me
interesa lo más mínimo? ¿Tengo que fingir que he leído toda su obra cuando no
paso del enunciado de El niño yuntero?
La canción de las Nanas de la cebolla
de Serrat tampoco me gusta, ya de paso. No os lo creeréis, pero me he quedado
de un a gusto…
No quiero que esto se vea como una crítica destructiva, porque
no lo es. Quiero extrapolar esta visión al mundo humano también. La
sobrevaloración de las personas, pero con un pequeño matiz: a veces el botón lo
presionamos nosotros por recomendación de terceros y otras, para forzar un
sentimiento de idealidad y de aceptación popular, estar en formato pareja feliz
con planes los domingos por la tarde.
Mi vida amorosa no ha sido muy del estilo novela de Danielle
Steel, qué se le va hacer. Pienso que todo lo que me ha ocurrido ha sido por
querer llevar hasta la destrucción situaciones que no requerían más de un
instante. Me autoconvencía de que si seguía presionando dicho botoncito, un
mecanismo astronómico se pondría en marcha y ocurriría lo que yo deseaba, o
pensaba que deseaba. Aferrarte a una persona porque crees y creen que es ideal
para ti es un error, porque no ves la realidad, ya que de ideal no tiene nada.
Y para los que no me conocéis, esto ha sido una tónica en mi vida de antes de
los cuarenta.
He puesto el ejemplo más sencillo, las relaciones personales
y amorosas, pero entran todo tipo de conexiones y afectos.
En Formentera viví la boda de dos de mis mejores amigos. Verla
a ella vestida y complementada con mi ayuda fue emocionante, el ágape fue
cuidado y muy sabroso. Momentos que quedarán grabados en mi retina para siempre.
Pero la isla no me gustó, hay muchos baches y polvo en sus caminos, por no
hablar de la plaga de mosquitos. Oler todo el día a Relec/Autan es una cosa que
no te voy a perdonar jamás, Formentera.
No quiero mentir.
Genial como siempre!!!!!!
ResponderEliminarMaravilloso y sublime. Aunque como persona que ha estudiado Lengua y Literatura, casi me caigo muerta con Miguel Hernández... pero como mi lema es "respeta y te respetarán" respeto y venero a las personas que se expresan sin miedo a lo que piensen los demás.
ResponderEliminarFelicidades perla y deseando el próximo!!
Ana PasSa.
Thanks to your brief and illustrative story, I have a better idea of the only Balearic Island that I don’t know. Your anecdotes on relationships and assumptions of likes based on you place of origin are quite on the mark.
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